jueves, 17 de marzo de 2011

socioCOTIDIANOlogía (parte II)


El propio devenir de los acontecimientos suele tomar por sorpresa a quienes se dedican a estudiarlos, se puede decir que con la entrada en crisis de las Ciencias Sociales luego de la segunda mitad del siglo XX, una de las situaciones que comenzó a marcar el interés de los sociólogos y otros tantos estudiosos de la sociedad, fue la preocupación por lo que cotidianamente hacen las personas, cómo se hace la vida, ya no visto desde estudios que evaluasen perspectivas en base a datos estadísticos tomados en muestras de miles o decenas de miles de personas, más bien se gira, hacia intenciones investigativas ancladas en un interrogarse por los quehaceres de pequeños grupos, de las familias, de las relaciones ocurriendo en un barrio, en un centro comercial, en la calle, en los tejidos íntimos y los matices que puedan observarse y luego interpretarse sobre los cómo, los cuándo y los por qué de las sociedades vistas desde sus estructuras más atomizadas.

Así pues, aparece una tendencia hacia una sociología de lo minúsculo, de lo subjetivo, de lo que puede ocurrirle a cualquiera, donde pueda ser más importante lo que propiamente ocurre y no la categoría de análisis que pretende explicarlo, un giro que venía ya reclamándose desde los mismos albores de la disciplina sociológica en la propia búsqueda de Weber por una Sociología Comprensiva, pero que dada la influencia poderosa del positivismo y el materialismo dialéctico, donde todas las ciencias sociales cimentaron tus bases y se debatieron durante más de un siglo, no se había logrado establecer (aun hoy no se consolida, pero viene ganando fuerza y colándose en los ámbitos académicos otrora impenetrables)

Es como si por muchos años la sociología buscara explicar lo que le pasaba a Juan en Caracas, a Joao en Rio de Janeiro y a John en Chicago a través de las mismas hipótesis, haciéndose las mismas preguntas, incorporando las mismas variables y obteniendo como es previsible las mismas conclusiones. Ej. Si Juan, Joao y John son obreros, viven en asentamientos urbanos destinados a la clase trabajadora y devengan salarios equivalentes en su sistema de sueldos a los de un obrero, entonces los tres hombres tendrán necesidades, aspiraciones, vicisitudes y reacciones sociales similares…

Obviamente este es un ejemplo, tal vez simplista en exceso, sin embargo hay que tomar en cuenta que la sociología nace dentro de un horizonte epistemológico que piensa las cosas así, para el cual Juan, Joao y John no son más que datos, cifras y por eso, sus cotidianidades están supeditadas a condicionantes como, su estrato social, su lugar de residencia, su status económico, entre otros, por lo cual, al momento de describir las condiciones de uno, fácilmente se podrían inferir las condiciones de los otros dos, en tanto obreros, proletarios, asalariados, etc.

Pero, qué pasa si Juan baila salsa, Joao gusta de la samba y John gusta del beisbol, si uno de los tres escribe poesía en sus ratos libres, si otro canta y el terceo es chef aficionado, si Joao juega futbol los fines de semana y John ve el nascar por tv mientras Juan visita a su mamá cuando tiene días libres. De acuerdo con la Sociología Clásica, no pasa nada, porque nada de esto importa, pues queda fuera de las categorías de análisis, lo que le pase a nuestros tres amigos en su vida diaria, ratos libres, cuáles son sus afectos, gustos , amores, pasiones, virtudes y falencias humanas, todo eso queda por fuera, es decir, “todo lo que hace la vida”, precisamente, lo cotidiano es puesto a un lado para decir que Juan, John y Joao son obreros, proletarios y pertenecen a tal o cual estratificación socioeconómica previamente conceptuada.

Michel Maffesoli, pensador francés contemporáneo, en su texto “El Tiempo de las Tribus” trabaja en una sociología de lo cotidiano, no es el primero, mucho se debe hoy a Foucault, a Morín, a Baudrillard y a los propios Parsons y Weber (a sus escuelas de pensamiento) sobre los estudios que intentan entender lo cotidiano como primer interés y preocupación de la sociología, el clima postmodernista ha propiciado que estos estudios sobre lo cotidiano trasciendan incluso, las fronteras disciplinares de la sociología y las demás ciencias humanas, y ha situado el estudio de la sociedad como un ejercicio de complejidad y por ende, la propuesta transdisciplinar que viene calando desde las dos últimas décadas del siglo XX, hoy por hoy resulta quizás la más apetecible a la hora de emprender un estudio sincero de la movediza, quebradiza y multifactorial realidad social en cualquier contexto.

Vivimos un tiempo de tribus, diríamos con Maffesoli, de instituciones que extraviaron su sentido y acaecen en la contingencia, usando máscaras e identidades borrosas, vivimos una época distópica donde los roles se cruzan y podemos ser unos sin dejar de ser otros, una sociedad de metáforas donde lo político se juega la vida en relaciones inmediatas, donde los afectos sustituyen a los méritos y los desafectos dictaminan las culpas. En un tiempo epocal como el que transitamos, una ciencia social dicotómica, anquilosada en un sistema hipotético, categorial y rígido en su metodología, poco tendría que decir sobre lo que ocurre a Juan y a sus tocayos, a ti o a mí.

En la inquietud por comprender la misma flexibilidad de las relaciones sociales radica la posibilidad de los estudios sociológicos de la cotidianidad, no se trata de hacer caída y mesa limpia, de anunciar a voz batiente con el slogan del postmodernismo ochentoso que “LA SOCIOLOGÍA HA MURETO” más bien se tata de reconducir los intereses investigativos de la disciplina, bajarlos de las cúspides grandilocuentes de la ciencia social decimonónica y sentar dichos intereses investigativos a la mesa con Juan, Joao y John, dejarles hablar, así como vienen haciendo muchos investigadores de lo social tales como la gente del C.I.P en Venezuela o como también experimentan en Brasil, México y Argentina donde se estudian fenómenos como las Tribus Urbanas, la vida y las relaciones humanas en favelas, colonias, puertos y estadios de futbol.

No se trata de obviar las relaciones de trabajo, la influencia de las políticas económicas, las tiranteces del mercado, las tensiones de grupo, de clase y políticas, en absoluto se trata de negar todos estos fenómenos, cerrar los ojos y decir que no forman parte de la realidad que viven, influencian y determinan el actuar de las personas, por el contrario, se trata de entender que todos estos elementos actúan de forma diversa, no unívoca, sobre los individuos, de comprender que tampoco son los únicos causales de los fenómenos societales, pues a todos ellos se adicionan componentes de la performatividad cultural que no pueden ser ubicados como superfluos, secundarios o marginales. Elementos de riqueza inestimable, tales como, el hablar de la gente, qué comemos y como preparamos los alimentos, cómo se relacionan las personas ente sí, cómo viven y conciben lo institucional, lo familiar, lo afectivo, los gustos individuales que pueden devenir en colectivos o no.

La Sociología de lo Cotidiano se atreve de hecho a redefinir lo colectivo, lo político, lo social en sí, a través de búsquedas que nos pueden llevar muy lejos si nos preguntamos qué música escucha, canta y baila la gente, cómo viven sus aficiones deportivas, cómo les influencia la moda, a qué le temen, cómo se aman, en qué creen, cuáles son sus ritos y costumbres más sencillas, pero a la vez más cercanas etc. Aquí también se manifiesta la mirada transdisciplinar, pues, éstas son comúnmente preguntas y preocupaciones de la antropología, sin embargo, encajan perfectamente en lo que venimos planteando como los intereses fundamentales de los estudios sobre lo cotidiano.

Se podrían abrir y de hecho se han abierto rangos de abordaje e interpretación de las realidades plurales y contingentes de las personas que a su vez llevan al reconocimiento de sociedades que habitan dentro de la sociedad, micro culturas, géneros, mixturas y formas de adquisición de saberes que desde hace mucho vienen habitando paralelas con las formas oficiales y reconocidas de actuación social pero que marcharon sin ser avistadas por quienes tenían la tarea enorme de entender a la sociedad y terminaron, medio/entendiéndola, mal/entendiéndola e incluso in/entendiéndolas a razón de querer ajustar la acción humana colectiva a modelos analíticos herméticos, sesgados y prejuiciosos.


Illich.