miércoles, 5 de agosto de 2020

EL SUJETO QUE PREGUNTABA LA HORA


Era aun temprano cuando un sujeto que caminaba por la acera, en una mano, su maletín ejecutivo en la otra un termo de café, aminoró su paso para chequear la hora. La maniobra era larga pero sencilla, la había realizado muchas veces, en la mano izquierda llevaba además del reloj, el termo, con la otra sostenía el maletín, así que puso a este en medio de sus piernas y ahí lo sostuvo, pasó el termo de una mano a la otra y giró la mano hacia su cara para mirar qué hora era.

Se quedó mirando un instante el reloj y poco le bastó para saber que se había detenido, estaba estático, el segundero yacía inmóvil casi sobre las seis, el minutero, sobre las tres y la aguja más pequeña estaba cerca de las cinco. Las 5:15,28 era la hora que marcaba, y supuso el sujeto, el momento en el que se detuvo.

Intentó mover el piñón del reloj, pero antes tuvo que situar el termo en el piso. Ahí, en medio de la acera, los transeúntes le pasaban por los lados, mientras él intentaba solucionar aquel pequeño percance. Cuando giró el piñón, este se le quedó en la mano, lo sostuvo haciendo pinza con sus dedos índice y pulgar y se lo quedó mirando, volvió a ver el reloj, y en este las agujas se habían desmayado y giraban libres de acuerdo a los movimientos de la mano.

Qué mala suerte, pensó, qué mal momento para que se dañara su reloj, tendría arreglo, y este sería costoso, mejor comprar uno nuevo, uno más grande, o uno deportivo tal vez, aunque este no era tan viejo, no tenía por qué dañarse, era cierto que no era el gran reloj ni nada por el estilo, era solo un reloj. Tomó su termo del piso, el maletín con la otra mano y siguió su camino.

Un par de cuadras más allá, se preguntó al fin por aquello que debió decirle el reloj, y que por estar dañado nunca supo, la hora…

Al pasar por el quiosco más cercano se detuvo, saludó amablemente, sacó efectivo para comprar el periódico, lo puso en el mostrador, tomó un ejemplar y le preguntó al dependiente “Amigo, sería tan amable de decirme la hora”. El dependiente lo miró con amabilidad y le respondió, casi con afecto… “No”

El sujeto tomó el periódico, el maletín, su termo de café y se apartó del quiosco un tanto consternado, descolocado por la respuesta del dependiente, no obstante continuó su camino, pensó, algo tal vez le había pasado al del quiosco, quizás para él empezó mal el día, más adelante consultaría la hora.

Media cuadra más allá el sujeto vio a una mujer alta, elegante, muy bien vestida, con aspecto de oficinista de una importante agencia de bienes raíces, esta tenía largas y delgadas manos, uñas perfectamente cuidadas, en su muñeca izquierda, un delgado reloj que en conjunto hacía juego perfecto con toda la imagen de la mujer. Se acercó prudentemente y dijo “Buenos días señorita, sería tan amable de decirme la hora” La chica, lo miró por una fracción de segundo y volteó la mirada, sin ningún otro ademán, sin apurar ni ralentizar el paso, siguió, así sin decir nada, ni siquiera dijo que no.

Qué le pasa a la gente, qué mal educados, cómo es posible… se decía el sujeto, que ya comenzaba a sentirse malhumorado. Se detuvo, bajó el maletín hasta sus rodillas, lo sostuvo, se aflojó le nudo de la corbata, cambió el termo de mano y volvió a mirar su reloj el cual seguía descompuesto lo mismo que hace dos y media cuadras. Devolvió el termo a su mano izquierda, tomó el maletín, y siguió, ahora con un paso más impetuoso y afirmativo.

Preguntó la hora a los ancianos que conversaban en la esquina, a unos niños que iban a la escuela, a un vendedor ambulante, a dos amas de casa que parecían ir al mercado, a un policía, a un tipo disfrazado de pollo gigante que estaba frente a un restaurante de pollos y nadie le quiso dar la hora, tampoco lo trataron mal, no le hicieron muecas, pero cuando el sujeto ya muy molesto casi les gritaba, se alejaban de él rápidamente.

Ya no le importaba a dónde iba, ni recordaba para qué había salido, solo quería de forma imperativa saber la hora, ni siquiera se preguntaba por qué nadie se la quería decir. Pensó de pronto cómo resolverlo, claro, se dirigiría a la catedral, el reloj de la catedral, siguió  su marcha en línea recta por varias cuadras, se terminó de quitar la corbata la cual metió en uno de los bolsillos del saco, caminó rápido, casi corría, por la misma acera, siempre en línea recta, hasta ver la torre de la iglesia, mas todavía estaba lejos como para precisar la hora en el reloj, aprisa continuó la marcha.

Sentado en la acera, sudoroso, completamente desconcertado y aun híper ventilando, el sujeto se había despojado del saco el cual estaba sobre el maletín que a su vez reposaba en la acera a su derecha, a la izquierda el termo ya vacío de todo contenido, el sujeto en medio, comenzó a sentir como la rabia y el desespero empezaban a tornarse en una triste resignación. Cuando llegó muy cerca de la catedral había podido ver con incredulidad como el gran reloj del templo estaba cubierto por unos enormes plásticos, quiso averiguar por qué y se topó en la puerta del edificio con un cartel que decía “Labores de remodelación”

Fue ahí cuando se desplomó en la acera dando gritos de desesperación como un orate, soltó tanto el termo como el maletín se quitó el saco, también lo lanzó al suelo, y gritaba… ¡Qué hora es, qué hora es, díganme qué hora es!

Los pocos transeúntes que iban por la acera lo evitaban confundidos y con algo de miedo, pero ninguno atendió a la pregunta que gritaba el sujeto con furia y desconsuelo.

De a poco se fue calmando, repitiendo casi para sí mismo la pregunta, qué hora es, qué hora es… tomó el maletín, el termo y los puso a sus flancos, luego el saco sobre el maletín, intentó peinarse con los dedos, y así de poco se calmó casi del todo.

Al rato se levantó, tomó sus cosas, el maletín con la derecha, el termo con la izquierda, sobre ese antebrazo, el izquierdo colgó el saco. Luego tomó camino de regreso por quién sabe cuantas cuadras, caminó, hasta quién sabe cuales horas.

 

                                                         Illich


jueves, 12 de diciembre de 2019

MOE´S (La ironía de estos tiempos)



Taberna de Moe- Springfield.
Una noche como a estas horas estaba en Moe´s, me tomaba unas Duff, ya llevaba como cuatro, junto a mí el gran Barney Gómez estaba tumbado sobre la barra, Lenny y Carl cantaban una canción de Rubén Blades (Plástico) en el karaoke y Homero discutía con el propio Moe sobre qué hacer con la orca que el cantinero mantenía viva y escondida  en la cava cuarto del establecimiento.

Era una noche muy normal en la taberna de Moe, una noche cualquiera de Springfield, de cualquiera de los tantos Springfields regados por el mundo. Pero todo eso iba a cambiar, pronto lo supe.

Un sujeto bastante extraño cruzó la puerta del bar, su color de piel no era el amarillo natural de casi todos los presentes, pero esa no era su única rareza, el sujeto destilaba un aire de sabelotodo, de esos que siempre tienen algo qué decir para hundir la daga en el cuello de cualquiera que ose debatirles sobre un tema.

El sujeto se aproximó a la barra, miró a Moe y le dijo: “Mira mi pana, dame un tercio negro” Moe atendió la solicitud, le destapó la cerveza y la puso en la barra, el tipo la tomó se dio un gran trago luego realizó un paneo con la mirada a todos los presentes, nos miró con ese aire de superioridad que tienen todos los que se las saben todas.
Dejó la botella en la barra y de inmediato exclamó:

-“Estúpida Greta, si fuese hija mía la meto a coñazos pa´ la casa pa´ que no se las esté dando de activista, pero no lo es, es una carajita millonaria, hija de hippies izquierdosos que no saben qué hacer con la plata. Maldita Miss Universo negra, la negra esa que ganó por negra, no por bonita, sino por negra. Idiotas feministas, detesto a las feminazis, por qué no van a cocinar la cena a sus maridos, ahhh verdad que no tienen marido ¡porque son feas!… Odio a los gays, vayan a hacer sus desfiles del orgullo a Shelbyville… ¡Idiota Guaidó!, todos ustedes vayan a apostillar el papel de pajúos que hicieron creyendo en Guaidó.”

El sujeto que todo lo sabe se limpió la boca con desprecio, se tomó otro largo trago con desprecio, sacó cinco dólares de su bolsillo con desprecio y los aplastó contra la barra; con desprecio, dio media vuelta y salió de la taberna.



Illich

viernes, 29 de noviembre de 2019

EL MINI DICTADOR

Ilustrado por mi amigo Rafael D'Arcangelo


Cuando me desperté ya el olor del café impregnaba toda la habitación, Gertrudis, mi ama de llaves, había dejado mi taza de Star Wars humeante y repleta junto a unas tostadas untadas con mermelada, jugo de arándanos, jamón serrano y huevos escalfados, sobre la mesita del balcón que da hacia los jardines. Junto a esa mesita en una canasta reposaban ejemplares de varios periódicos los cuales prestaban al ambiente un leve aroma a tinta fresca. Me levanté tomando mi albornoz de seda negro y mis pantuflas de Darth Vader, y fui a sentarme en el balcón a saborear el café que tan divino preparaba Purita, la cocinera, toda una vida con la familia.

Probé el café y aunque no me supo tan bien como todos los días, ignoré el asunto porque algo llamó mi atención en los jardines. Manuel, el viejo y dedicado jardinero quien estaba trayendo a su hijo Ramón a trabajar con él para que aprendiera el oficio lo reprendía a gritos y coscorrones. El muchacho, Ramón, un adolescente muy delgado, de unos 12 años tal vez, se cubría la cara con las manos mientras el que yo creía muy amable Manuel le insultaba y le daba bofetadas, le decía:
“¡Mira tú muchacho inútil, estúpido, animal, te dije que así no se podaban los rosales, quieres que me boten, idiota, pareces retrasado mental, no sirves pa un c....!”

Quise hacer caso omiso de la reprimenda que el jardinero emprendía contra su hijo, total, son cosas de plebeyos, gente del pueblo… me puse los audífonos e intenté otro sorbo de café, pero esta vez sí me desagradó enormemente su sabor diferente, aguado, asqueroso… “¡GERTRUDIS!” Grité y la imbécil esa apareció de inmediato diciendo. “Mande señor…”
“Se puede saber quién hizo este café de porquería que sabe a diablos!”
“Ay Señor, Su Alteza, Su Majestad esa fue la Purita, usted sabe que yo no me meto en la cocina”
“Pues ve y le dices a esa vieja inútil que está botada, y le dices a Jackson que contrate a un chef y a un barista que sepa hacer café, pero es ya!”
Minutos más tarde Gertrudis le daba la noticia de su despido a Purita.
“Mira niñiiia, que manda a decir el Amo que recojas tus cachachás y tos tus macundales y te me vas, estás botada mija”
Purita que tenía como 120 años se arrugó aun más y envejeció otros cuarenta mientras escuchaba la sentencia de la altanera Gertrudis.
“¡JAAACKSOOON! -gritó el ama de llaves- que dice el amo que contrates un chesss y inmediatamente pero eso es pa´ya!”
El chofer corrió raudo a ejercer su contingencial labor de jefe del departamento de personal, la cocinera con su vida entera guardada en un bolsito tricolor dejó la mansión, Gertrudis llamó a una empresa de catering para ordenar trajeran un barista mientras yo me intentaba aislar del momento desagradable de los gritos del jardinero y la incompetencia de la cocinera, me dispuse a escuchar a Chet Baker y a leer el wall Street Journal.

Cuando desperté, ahora sí de verdad; eran las 6:30am… tenía que volar pues en una hora debía aplicar un examen en la Universidad, el tema era algo que subyacía en el inter texto del sueño que acaba de tener; EL TOTALITARISMO, el poder político desde las perspectivas de Hannah Arendt y Michel Foucault.

Ni jugo de arándanos, ni albornos de seda negra, ni barista, tenía que hacer mi cafecito sencillo y comerme un pan a la carrera, esperar que el tráfico fuese benevolente y llegar a tiempo para aplicar la prueba/ensayo. Mientras aceleraba las rutinas matutinas fui pensando que en el sueño había otros elementos que orbitaban con el tema del poder, del totalitarismo, de cómo somos capaces de ser unos pequeños dictadores cuando un mínimo número de condiciones se nos dan, cómo es de sencillo, por ejemplo, que un portero se constituya en el déspota que cuida las puertas de Micenas, el Cancerbero, un pequeño Pérez Jiménez con todo y fans, si se le permite, y más, si sus acciones se justifican y son normalizadas.

Sí, de esto se trata, considero que dentro de cada uno de nosotros habita un “pequeño tiranito” que puede salir a flote en cualquier momento y en cualquiera de nuestras relaciones, en el trabajo, con la pareja, con los hijos, con los padres, entre socios, con colegas... Ahí donde se nos olvida que funcionamos socialmente con normativas que nos equiparan en derechos y deberes no obstante las posiciones, jerarquías, profesiones y demás roles sociales, en tanto ese principio llamado Estado de Derecho se hace difuso y se colma de opacidad, el pequeño Donald Adolfo Stalin Chávez (así se llama) que nos habita, hará su aparición para ejercer su instinto totalitario y despótico.

En mi opulento y oligárquico sueño aparecía un padre maltratando a su hijo, so pretexto de reprenderlo/educarlo, yo, en mi mejor versión de millonario mentepollo empantuflado con cotizas de Vader, la emprendía con una cocinera anciana por haber dejado un café maluco, la mandaba a botar humillándola a través de Gertrudis, la también onírica cachifa, la misma que luego, sin ninguna sumisión se poseía del rol de mayoral con látigo y repartía órdenes e insultos a diestra y siniestra. Cada uno ejerció su papel de agresor, de tirano con poder absoluto, y menos mal que desperté, pues de transcurrir cinco minutos más en el sueño, seguramente me hubiese tenido que enfrentar a Yeison Aleisis, el bisnieto de Purita que indignado me haría pagar en una esquina cayéndole a tiros a mi limusina desde su moto Bera, y fin de mis sueños de magnate.

Insisto, si se nos permitiese todos elegiríamos por los demás de nuestro entorno, abusaríamos de nuestro poder, nos impondríamos para privilegiar nuestros deseos, opiniones, pareceres.

Pero, ¿qué puede evitar esto? Qué puede prevenir que se nos salga el pequeño Fidel que habita agazapado en nuestro inconsciente. La idea de Foucault puede ayudar, él dice que El Poder ni es estático ni le pertenece a alguien, el poder circula, todos tenemos parte de un poder y decidimos cederlo o no somos lo suficientemente organizados o fuertes para mantenerlo.

Arendt había dicho, que los grupos políticos nacionalistas, de derecha o izquierda con pretensiones totalitarias se habían hecho del poder en momentos coyunturales dadas condiciones de precariedad en el ámbito institucional, en momentos de crisis del tejido social, en momentos de crisis de la moral colectiva. Y una vez en el poder, cambiaron las leyes (¿les recuerda alguien o a algún país en 1998?) así pues, la autora insiste en que una vez con el cambio del estamento legal, la pérdida de derechos y el subsecuente abuso cometido por el grupo dominante al cual se le hizo expedito y sencillo emprender procesos terribles como lo fueron el apartheid, los Gulags y la Solución Final.

Qué planteo, cuando le pregunten qué quiere comer, por favor elija, cuando le pidan opinión, dígala, cuando no se la pidan, diga, un momento, por qué no me preguntaron, no normalice procesos abusivos. Si el gobierno no ejerce su labor, proteste, si el gobierno viola sus derechos, usted debe rebelarse. El profe por ser el profe, el padre por ser el padre, el marido o la esposa, o el arrendador, el presidente, ninguno tiene derecho a socavar su dignidad, a suspender o derogar sus derechos, a mancillar su honor ni su integridad física y moral.

Si es cierto que el poder circula, también es cierto que es tremendamente difícil hacer respetar la dignidad de una persona o población luego que ésta la ha cedido o se le ha arrebatado por la fuerza, coacción o por tradición su derecho al disenso, a la crítica, a la expresión. No debe permitirse andar suelto al pequeño dictador que nos habita, uno mismo debería poderlo controlar, pero si no, está en el otro el ponerle las barreras necesarias.




Illich