viernes, 29 de noviembre de 2019

EL MINI DICTADOR

Ilustrado por mi amigo Rafael D'Arcangelo


Cuando me desperté ya el olor del café impregnaba toda la habitación, Gertrudis, mi ama de llaves, había dejado mi taza de Star Wars humeante y repleta junto a unas tostadas untadas con mermelada, jugo de arándanos, jamón serrano y huevos escalfados, sobre la mesita del balcón que da hacia los jardines. Junto a esa mesita en una canasta reposaban ejemplares de varios periódicos los cuales prestaban al ambiente un leve aroma a tinta fresca. Me levanté tomando mi albornoz de seda negro y mis pantuflas de Darth Vader, y fui a sentarme en el balcón a saborear el café que tan divino preparaba Purita, la cocinera, toda una vida con la familia.

Probé el café y aunque no me supo tan bien como todos los días, ignoré el asunto porque algo llamó mi atención en los jardines. Manuel, el viejo y dedicado jardinero quien estaba trayendo a su hijo Ramón a trabajar con él para que aprendiera el oficio lo reprendía a gritos y coscorrones. El muchacho, Ramón, un adolescente muy delgado, de unos 12 años tal vez, se cubría la cara con las manos mientras el que yo creía muy amable Manuel le insultaba y le daba bofetadas, le decía:
“¡Mira tú muchacho inútil, estúpido, animal, te dije que así no se podaban los rosales, quieres que me boten, idiota, pareces retrasado mental, no sirves pa un c....!”

Quise hacer caso omiso de la reprimenda que el jardinero emprendía contra su hijo, total, son cosas de plebeyos, gente del pueblo… me puse los audífonos e intenté otro sorbo de café, pero esta vez sí me desagradó enormemente su sabor diferente, aguado, asqueroso… “¡GERTRUDIS!” Grité y la imbécil esa apareció de inmediato diciendo. “Mande señor…”
“Se puede saber quién hizo este café de porquería que sabe a diablos!”
“Ay Señor, Su Alteza, Su Majestad esa fue la Purita, usted sabe que yo no me meto en la cocina”
“Pues ve y le dices a esa vieja inútil que está botada, y le dices a Jackson que contrate a un chef y a un barista que sepa hacer café, pero es ya!”
Minutos más tarde Gertrudis le daba la noticia de su despido a Purita.
“Mira niñiiia, que manda a decir el Amo que recojas tus cachachás y tos tus macundales y te me vas, estás botada mija”
Purita que tenía como 120 años se arrugó aun más y envejeció otros cuarenta mientras escuchaba la sentencia de la altanera Gertrudis.
“¡JAAACKSOOON! -gritó el ama de llaves- que dice el amo que contrates un chesss y inmediatamente pero eso es pa´ya!”
El chofer corrió raudo a ejercer su contingencial labor de jefe del departamento de personal, la cocinera con su vida entera guardada en un bolsito tricolor dejó la mansión, Gertrudis llamó a una empresa de catering para ordenar trajeran un barista mientras yo me intentaba aislar del momento desagradable de los gritos del jardinero y la incompetencia de la cocinera, me dispuse a escuchar a Chet Baker y a leer el wall Street Journal.

Cuando desperté, ahora sí de verdad; eran las 6:30am… tenía que volar pues en una hora debía aplicar un examen en la Universidad, el tema era algo que subyacía en el inter texto del sueño que acaba de tener; EL TOTALITARISMO, el poder político desde las perspectivas de Hannah Arendt y Michel Foucault.

Ni jugo de arándanos, ni albornos de seda negra, ni barista, tenía que hacer mi cafecito sencillo y comerme un pan a la carrera, esperar que el tráfico fuese benevolente y llegar a tiempo para aplicar la prueba/ensayo. Mientras aceleraba las rutinas matutinas fui pensando que en el sueño había otros elementos que orbitaban con el tema del poder, del totalitarismo, de cómo somos capaces de ser unos pequeños dictadores cuando un mínimo número de condiciones se nos dan, cómo es de sencillo, por ejemplo, que un portero se constituya en el déspota que cuida las puertas de Micenas, el Cancerbero, un pequeño Pérez Jiménez con todo y fans, si se le permite, y más, si sus acciones se justifican y son normalizadas.

Sí, de esto se trata, considero que dentro de cada uno de nosotros habita un “pequeño tiranito” que puede salir a flote en cualquier momento y en cualquiera de nuestras relaciones, en el trabajo, con la pareja, con los hijos, con los padres, entre socios, con colegas... Ahí donde se nos olvida que funcionamos socialmente con normativas que nos equiparan en derechos y deberes no obstante las posiciones, jerarquías, profesiones y demás roles sociales, en tanto ese principio llamado Estado de Derecho se hace difuso y se colma de opacidad, el pequeño Donald Adolfo Stalin Chávez (así se llama) que nos habita, hará su aparición para ejercer su instinto totalitario y despótico.

En mi opulento y oligárquico sueño aparecía un padre maltratando a su hijo, so pretexto de reprenderlo/educarlo, yo, en mi mejor versión de millonario mentepollo empantuflado con cotizas de Vader, la emprendía con una cocinera anciana por haber dejado un café maluco, la mandaba a botar humillándola a través de Gertrudis, la también onírica cachifa, la misma que luego, sin ninguna sumisión se poseía del rol de mayoral con látigo y repartía órdenes e insultos a diestra y siniestra. Cada uno ejerció su papel de agresor, de tirano con poder absoluto, y menos mal que desperté, pues de transcurrir cinco minutos más en el sueño, seguramente me hubiese tenido que enfrentar a Yeison Aleisis, el bisnieto de Purita que indignado me haría pagar en una esquina cayéndole a tiros a mi limusina desde su moto Bera, y fin de mis sueños de magnate.

Insisto, si se nos permitiese todos elegiríamos por los demás de nuestro entorno, abusaríamos de nuestro poder, nos impondríamos para privilegiar nuestros deseos, opiniones, pareceres.

Pero, ¿qué puede evitar esto? Qué puede prevenir que se nos salga el pequeño Fidel que habita agazapado en nuestro inconsciente. La idea de Foucault puede ayudar, él dice que El Poder ni es estático ni le pertenece a alguien, el poder circula, todos tenemos parte de un poder y decidimos cederlo o no somos lo suficientemente organizados o fuertes para mantenerlo.

Arendt había dicho, que los grupos políticos nacionalistas, de derecha o izquierda con pretensiones totalitarias se habían hecho del poder en momentos coyunturales dadas condiciones de precariedad en el ámbito institucional, en momentos de crisis del tejido social, en momentos de crisis de la moral colectiva. Y una vez en el poder, cambiaron las leyes (¿les recuerda alguien o a algún país en 1998?) así pues, la autora insiste en que una vez con el cambio del estamento legal, la pérdida de derechos y el subsecuente abuso cometido por el grupo dominante al cual se le hizo expedito y sencillo emprender procesos terribles como lo fueron el apartheid, los Gulags y la Solución Final.

Qué planteo, cuando le pregunten qué quiere comer, por favor elija, cuando le pidan opinión, dígala, cuando no se la pidan, diga, un momento, por qué no me preguntaron, no normalice procesos abusivos. Si el gobierno no ejerce su labor, proteste, si el gobierno viola sus derechos, usted debe rebelarse. El profe por ser el profe, el padre por ser el padre, el marido o la esposa, o el arrendador, el presidente, ninguno tiene derecho a socavar su dignidad, a suspender o derogar sus derechos, a mancillar su honor ni su integridad física y moral.

Si es cierto que el poder circula, también es cierto que es tremendamente difícil hacer respetar la dignidad de una persona o población luego que ésta la ha cedido o se le ha arrebatado por la fuerza, coacción o por tradición su derecho al disenso, a la crítica, a la expresión. No debe permitirse andar suelto al pequeño dictador que nos habita, uno mismo debería poderlo controlar, pero si no, está en el otro el ponerle las barreras necesarias.




Illich


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