viernes, 1 de noviembre de 2019

PUZZEL


Había una computadora vieja sin conexión a la internet, una lámpara que daba buena luz, la otra estaba herida por el tiempo y le faltaba su único ojo de cíclope, libros por todos lados, en varios idiomas, de varios tópicos, pero no demasiados, seguro no los había de medicina, ni de astrología, las alfombras no eran voladoras, ocho planetas para jugar al rayo o a la hueca, no guardaban relación a escala con los de verdad, entonces Júpiter habría tenido que ser del tamaño de un balón, y Saturno obviamente debía tener los anillos que le faltaban, una pintura de Miró reposando en una taza de café.

Ideas dispersas revoloteaban por todo el espacio y se estrellaban con la pared de adoquines, con los anaqueles colgantes, con la foto la Venus de Botticelli. 
Las agarraba con una red de capturar mariposas de humo, las sostenía el tiempo justo y las volvía a soltar, luego les veía danzar de nuevo sin precisión alguna hasta disiparse entre las reliquias del antiguo Egipto.

La musa litigaba horarios con la luna de la manera más formal, se agarraban por las greñas y rodaban por la noche hincándose las uñas y diciendo improperios algo densos como para dejarlos por escrito. Se jugaban su lugar de abeja reina casi a morir y hasta el amanecer. Transitaban la hora del ron y amanecían exhaustas en el sofá, mientras Marilyn las veía dormir con aire de superioridad y una  media sonrisa congelada en su rostro desde 1962.



Recogió los pedazos regados por el insomnio, los juntó en un túmulo similar a la presunta tumba de Genghis Khan, le llevó su tiempo armarse como a un rompecabezas con cierto grado de exigencia, jamás encontró las piezas que encajaban en el alma ya que éstas no tenían color, ni forma, ni materia, ni aspiraban un sitio. Así se dejó, con las piezas faltantes, o sin ellas, con un lugar austero e insubstancial orbitado de partes corpóreas a las que pudo reconocer cuando se miró escrito en estas líneas.



Illich

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