martes, 21 de junio de 2011

Maten al Genio, los demás no importan.


“La sociedad perdona a veces al criminal, pero no perdona nunca al soñador”
Oscar Wilde.


El manicomio, el exilio, el cepo, la cruz y la hoguera se cuentan entre los sitios predilectos donde en diversos momentos de la historia se ha acostumbrado mandar a los genios, cada época se ha encargado a su manera de subvalorar los talentos emergentes e incomprensibles de quienes sienten y crean cosas que no caben dentro de los muros del concepto de “normalidad” que habita en las mentes ralas de la masa, cuya reacción ante lo novedoso ha sido muy frecuentemente la de rechazo o la del poder político, que intuyendo las posibilidades revulsivas de estos seres avasallantes y sus ideas/acciones, les han dejado caer encima el peso de las instituciones coercitivas y sus tecnologías de expiación y castigo.

Así pues, a personajes como a Sócrates, a Jesús, a Giordano Bruno, Oscar Wilde, al propio Nietzsche, sólo por nombrar algunos entre numerosos casos a lo largo del tiempo, se les hizo víctimas de un poder que les temió porque los advertía peligrosos, pero a su vez, lo fueron de una masa que les mal entendió, les fue indiferente e incluso actuó como cómplice de sus verdugos.

Es recurrente que algunos de mis estudiantes me hagan esta pregunta ¿Por qué hay que tomar en serio la obra de un tipo como Augusto Comte, si éste se volvió loco? Cambiando el personaje, esa misma interrogación me la han formulado en base a Nietzsche, a la fotógrafa Diane Arbus, hasta de Diógenes de Sinope por poner en práctica su cinismo al mudarse a un tonel y vivir tal cual su prédica filosófica emulando a un perro.

Comentarios como “si esa mujer se suicidó y el suicidio es el peor pecado, ¿por qué hay que escribir un ensayo sobre ella?” me inquirió una vez un estudiante ofuscado luego de un Cine-Foro en el cual se presentó una película que lleva por nombre “Fur: An Imaginary Portaid of Dian Arbus” http://www.imdb.com/title/tt0422295/ donde se narra la historia de Arbus (Nicole Kidman) y un Lionel Sweeny, un personaje bizarro y ficcional afectado de hirsutismo (crecimiento acelerado del cabello) el cual es representado magistralmente por Robert Dawny Jr.

Lo llamativo de esto es que en el film no se hace ninguna referencia al suicidio de Arbus, no obstante mi estudiante insistía, porque leyó en algún lado sobre la vida y muerte de Arbus, en que era contraproducente leer o ver siquiera referencias a personajes que se volvieron “locos” y en su sinrazón pudieron producir algún tipo de manifestación bien lo fuese artística o intelectual (me pregunto, qué diría Primo Levi?).

Si se quiere, más desazón suelen reportar mis educandos cuando se enteran de los datos biográficos de autores a los que en el aula se hace referencia como puntales en el desarrollo de las ideas socio/filosóficas que ocupan los cursos que dictamos en la universidad.

El asunto con Marx es similar, “si ese señor dejó morir a los hijos”, o con el pintor Vincent van Gogh, “se flagelaba el mismo, hasta se cortó la oreja!”. El problema que plantea este llamado a la censura, supongo, es que se tiene la idea de que al ser un erudito, un destacado autor, artista o creador en cualquier área del mundo de lo sensible, también se debe ser un ejemplo de moralidad y buenas costumbres, que tener un comportamiento social enmarcado dentro de lo políticamente correcto es una referencia de credibilidad para la obra de cualquier personaje de estas características.

Antes que nada, deberíamos establecer algunas comparaciones antes de enjuiciar de nuevo a estos personajes, pues a diferencia de un sujeto cuya labor sea política (hablo de política en términos aristotélicos), me refiero a un alcalde, un presidente, un mandatario, un maestro, un policía, en fin, cualquier otro funcionario que trabaja con, por y para el público, un artista no trabaja directamente con la gente, puede que su obra llegue a tener repercusión en toda una sociedad o en la cultura universal, sin embargo, los aspectos relativos a su vida privada, es decir, sus tragedias, sus miserias, sus afectos y hasta sus perversiones según sea el caso, no son los elementos del legado que éste hereda a las futuras generaciones, que son incluso, las que casi siempre terminan por entender y apreciar su obra tal y como la pensó. A veces ni siquiera.

Pongamos el ejemplo de un personaje histórico cuyas acciones afectaron tangiblemente el tejido social de su momento. El Emperador Romano Calígula, tercer emperador de Roma quien estuvo en el poder desde el año 37 hasta su asesinato en el 41 después de Cristo, un joven traumatizado, vengativo y sanguinario cuyo ejercicio de poder destaca por su crueldad, incluso en el mundo-de-vida romano para el cual el umbral de tolerancia por los actos crueles era bastante dilatado. En su caso, Calígula que no tenía nada de genial por cierto, hizo un uso exacerbadamente inmoral de su poder como Emperador de Roma para violar, asesinar, agredir a placer a sus súbditos, incluso siendo éstos parte de patriciado romano, su crueldad fue la impronta de su paso por la historia.

Comparemos esto con el caso del pintor Vincent van Gogh (1853-1890) artista holandés, encasillado dentro del postimpresionismo, quien no fuera reconocido por su obra hasta luego de su muerte y cuya vida estuvo enmarcada en una relación de dependencia afectiva con su hermano Theo, quien costeó los gastos de su tormentosa vida, de van Gogh se destaca el episodio de mutilación de su apéndice auditivo, incluso tal acto le da nombre a un reconocido grupo musical español. A qué punto pretendo llegar con esta dispar comparación ente el pintor de los Países Bajos y el psicótico emperador romano, pues bien, ¿a quién más que a él mismo y a su entorno más íntimo pudo hacerle daño van Gogh con sus desafueros y manías? A diferencia de Calígula o de cualquier otro jerarca cuya gestión es pública, el artista está trabajando para sí y si su obra repercute en el ámbito social, pues que sea su obra y no los hechos de su vida los que afecten el escrutinio que haga la mayoría sobre ésta.

Con los filósofos la cosa puede tomar otro camino y sin embargo llegar al mismo sitio. Casos como el de Sócrates (470-399), llevado a la muerte por ingestión de una infusión a base de la planta llamada Cicuta, por cargos como “corromper a la juventud” y “blasfemar en contra de los dioses” o el de Giordano Bruno (1548-1600) llevado a la hoguera también por blasfemo, terco y herético, muestran como quienes manejan el poder pueden quitar de en medio a un personaje incómodo cuando éste cruza la línea de lo que se debe pensar/decir, hay que sumar a esto el hecho de que en sus épocas respectivas, éstos pensadores fueron enjuiciados en público y abochornados ante la mayoría que vitoreaba la decisión de las autoridades. Cosa similar a la que ocurriera con Jesús de Nazaret según se lee en los evangelios. El sometimiento de una persona al escarnio público, solo se puede producir cuando en el imaginario social hay consonancia entre la acusación que se le imputa y lo que la mayoría asume que es lo bueno y lo malo.

Ejemplos abundan, de situaciones en las cuales personas cuyas ideas resultaban demasiado incómodas para las jerarquías, bien lo fueran políticas, académicas, eclesiásticas o simplemente, inconsecuentes con el “pensar colectivo” fueron defenestrados de sus status, cargos, arruinado su prestigio y de hecho, algunos pagaron con sus vidas a causa de su dificultad para encajar en los usos corrientes de la sociedad a la que pertenecieron. El caso de Oscar Wilde (1854-1900) Excelso escritor, quien por tener una conducta sexual inapropiada para su momento, no porque dicha conducta fuese poco frecuente en los recovecos “under ground” de las cortes europeas, sino por tener tal vez el desatino de mostrarse en plenitud de una libertad que no era tal, fue sometido a la venganza de un sistema jurídico que le tomó como chivo expiatorio y lo redujo a la ignominia, al presidio y al despojo. Aquí cabe parafrasear a Foucault apuntando que los sistemas políticos de vez en cuando deben desatar su ira sobre una persona por hacer aquello que todos hacen y a la vez callan.

Finalmente está Friedrich Nietzsche (1844-1900) quién fue atacado y despojado de sus méritos académicos y cargo de catedrático universitario por apuntar ideas que contravenían lo que hasta el momento era acuerdo común sobre el pensamiento griego, resulta irónico el que a Nietzsche se le tachara por haber dicho entre otras cosas que Sócrates es en fin, el artífice de la destrucción de los valores de la aristocracia griega, sin embargo, fuese ésta una tesis equivocada o no, como intentó desdecir Wilamowitz en su momento, la pregunta es, ¿qué hace que se decida expulsar a un pensador a causa de lo polémico que pueda ser su pensamiento? Me atrevo a adelantar que se trata de un una tendencia conservativa de las instituciones sociales en contra de ideas que puedan resultar en movimientos tectónicos que afecten las ideas dominantes y resulten en su resquebrajamiento, ese miedo natural que le tenemos al cambio, quizás?

Ya sobre ese particular el propio Nietzsche apuntaba “El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.” Él siguió siendo él mismo, pura dinamita o puro músculo* como recién le leí a un cercano amigo a la distancia, a pesar del ostracismo al que fue sometido.


Sin duda, la genialidad históricamente ha pagado un alto precio cada vez que se intentó mostrar ante los ojos de la multitud, pues no son escasas las veces que vio censurar o menospreciar la obra de alguien de acuerdo a los hechos oscuros que pudiesen haber acaecido en su vida o si por no entenderles, como también suele ocurrir, se les censura a priori como ocurrió con Nietzsche. Sin embargo, más terrible aun es cuando se asume como elemento para descalificar a un artista y su obra, el hecho de haber terminado sus días sumido en el delirio, como fue su caso y con esto se le intenta volver a condenar, invitando a no tomarle en serio, aunque quién sea que diga esto no se atreva a poner si quiera un pie en los dominios del “mediodía de Zaratustra”, por suerte a este genio poco debe importarle un pensamiento esclavo como el de la mayoría, aun si este pensamiento lo condena al exilio o al cadalso.

Cuando se delinea el ideal de un hombre y de su obra, es cuando se le critica más violentamente” Friedrich Nietzsche

los grandes espíritus siempre han encontrado una violenta oposición de parte de las mentes mediocres” Albert Einstein

Illich Sánchez

*El Músculo de Nietzsche por: Luis Diego Fernández
http://ldfloungue.blogspot.com/

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