miércoles, 19 de junio de 2013

CRÓNICAS DESDE ALEUZENEV V


Profesor Universitario, hoy… 

*A Brigitte y Rubén, valientes estudiantes en Huelga de Hambre en la UPEL Maracay.


Como  a muchos otros compañeros de clases, cuando estudiaba en la Universidad, me impresionaba con algunos de mis profesores, me parecían tipos con convicciones políticas firmes y pensadas, los veía como personas académicamente sólidas y en constante preparación, estudiosos, inquietos y curiosos ante los retos que plateaba el mundo intelectual del momento. Valga decir que no todos mis profesores universitarios respondían a esta descripción, por eso comencé afirmando me impresionaban algunos de ellos.


Otra cosa que notaba en mis profesores, en este caso, en los que admiraba y aquellos por los que no sentía tal admiración, era que parecían “vivir bien”; ¿y qué es esto de “vivir bien”? Pues, en primer  término puedo decir que mis maestros, los más cercanos y que más me influenciaron; éstos, hacían vida en universitaria, aparte de dar clases, emprendían tertulias, investigaban, producían ideas. Nunca les oí decir que debían salir corriendo a cumplir horas en otra institución, jamás supe que alguno se dedicara a oficio distinto que el de ser profesores universitarios. Quizás era yo muy inocente, pero nunca supe que alguno de mis maestros vendiera películas, queso llanero o que tuviera un trabajo part time en una oficina de seguros.

Otra cosa que llegué a notar de mis profes es que ninguno vivía en la casa de sus suegros, o que hablaran en los cafetines sobre alquileres impagables, o sobre construir en el patio para tener donde vivir, jamás los escuché preguntando algo como “quién conoce algún mafioso de la repartición de viviendas que asigna el gobierno”. Los profes salían de vacaciones, tomaban cursos en universidades de cualquier parte del mundo los cuales eran financiados o costeados por la Universidad. Tenían vehículos en buen estado y sus hijos asistían a buenos colegios. No eran millonarios ni aburguesados, creo que todos mis profesores, al menos los que me gustaban, eran izquierdistas, y tenían ese aire bohemio que se dan los intelectuales cuando se saben importantes para la sociedad. Por esas razones, entre otras más, un día me propuse emularlos, me dispuse a ser Profesor Universitario.

Al leer esto, tal vez usted esté pensando de mí que soy frívolo. Que si las razones que me impulsaron a procurar un cargo de docente en La Universidad (el cual logré por concurso de oposición) estuvieron principalmente motivadas porque mis ductores tenían un modo de vida acomodado, entonces yo solo haya sido un muchacho obnubilado por algo aparencial y vacío. Piénselo si quiere, pero para mí,  vivir bien no es algo que atiende a frivolidades sino, por el contrario, es lo más esencial en el camino formativo de cualquier persona en el mundo occidental.

Una persona va a La Universidad, principalmente para labrarse una profesión y con ésta, acceder a un modo de vida que le permita comodidades que no solamente son éticamente lícitas, sino que también son connaturales a la aspiración de cualquier mortal de la raza humana perteneciente a una sociedad tocada por el discurso de la modernidad, y en este punto de la historia, eso no debería estar en discusión.

Cuando finalmente me hice profesor universitario, no sin desvelos, con mucho estudio y sorteando trabas políticas y tribales, no sin esfuerzo ni empeño, me tocó colisionar con que la calidad de vida del sector profesoral había caído en picada, el modo de vida que me había parecido justo y al cual aspiramos muchos, se había diluido en la indolencia de un gobierno para el cual, las universidades son poco más que un estorbo. Me encontré con las cifras deficitarias e ignominiosas de salarios, los cuales son de los más bajos del planeta, presupuestos que sufren recortes tras recortes, servicios sociales en mengua constante. Lo que encontré y que hoy vivimos los profesores universitarios, no es solamente la depreciación de nuestras condiciones salariales, peor aún, es la depreciación de la Universidad como conjunto, como institución ancla del tejido social de una nación, el menosprecio por parte del Estado no solo se evidencia hacia los profesores, sino también hacia los estudiantes,  obreros, administrativos, egresados; desprecian todo cuanto está tocado o influido por la cultura universitaria.

Los 15 años de la llamada revolución han dañado a la Universidad de forma ostensible, el discurso anti universitario con el cual el gobierno (Chávez) precisó por años que las casas de estudio superior eran instituciones burguesas, anacrónicas y elitistas, la falta de cupos a causa de las reconducciones presupuestarias y la implementación de un sistema educativo paralelo (misiones, universidades socialistas, aldeas universitarias, etc.) todo esto en conjunto, ha socavado las bases estructurales del subsistema de educación superior venezolano. Aunado a esto, los propios problemas que venía acarreando la universidad desde el punto de vista administrativo y en cuanto a  los cambios que la propia institución debía procurarse en ejercicio de su autonomía y necesidad de adaptación a los tiempos, han dejado lo que tenemos en la actualidad, una maltrecha estructura que lucha nada más y nada menos que en contra de un Estado que la quiere desaparecer.

Hoy por hoy la preferencia de los adolescentes, de edad preuniversitaria, en cuanto a la planeación de su futuro pasa en primer lugar por resolver la vida en términos inmediatos. Conseguir un trabajo para algunos, irse al exterior para otros, estudiar en una universidad venezolana de estos tiempos pasa porque la persona piense en qué será de su vida cuando al fin se gradúe, ¿Conseguirá trabajo? ¿Trabajará en su campo de estudio? ¿Será tratado con deferencia y respeto o será llevado al status de paria social a causa de haber estudiado y haberse preparado? Lamentable, no?

Esta reflexión comenzó por el punto “muy simplista” pensarían algunos, de la comparación entre cual era mi percepción sobre cómo vivían mis profesores de la universidad y cómo vivimos los profesores universitarios de un tiempo a esta parte. De manera que, no obsta dejar claro que vivimos de manera diametralmente opuesta a lo que nuestros colegas que, algunos ya jubilados, otros aun trabajando en las postrimerías de su vida laboral y los que llevamos poco tiempo en esto, hoy compartimos el que todos juntos estamos comiéndonos el cable de la indolencia revolucionaria y socialista.

Vivienda, seguros médicos, financiamiento para la investigación, aulas cónsonas y equipadas, sueldos justos, transporte, servicios mínimos para nuestras familias, becas para los estudiantes, presupuestos ajustados a la realidad económica del  país, todos esos y tantos más, forman parte hoy de nuestros anhelos y reclamos. Por eso estamos de PARO! Por eso hay estudiantes y colegas tirados ya por semanas en Huelga de Hambre, por eso marchamos, por eso han caminado desde Barquisimeto hasta Caracas un grupo de profesores. Por todo eso y no por saboteadores, ni por guarimberos, ni por ser agentes de la CIA, ni porque seamos una élite pudiente y reproductora de los ideales del capitalismo salvaje. Aquí el único salvaje es grupo de hambreadores y corruptos que tienen al país tomado por el cuello y aprietan sus sediciosas manos, hunden sus garras y sus colmillos en toda la población, la asfixian y la anestesian con su discurso negador de la realidad.

Valga decir que este trato feroz no es solo dado a las universidades, la misma tortura de hambre y miseria le es aplicada arteramente a médicos y trabajadores de la salud, trabajadores de las empresas de Guayana, a los del sector eléctrico, a todo el magisterio, a los empleados públicos. Siempre bajo amenaza, jamás con intenciones de vindicar los derechos de la mayoría trabajadora. Ahí reside su peor contradicción la que más les desnuda, se dicen socialistas y son el gobierno que más de espaldas se ha puesto a los trabajadores y sus intereses. Por el contrario, les burlan, se ríen y amedrentan, descalifican a quienes emprenden el justo derecho a la protesta y al reclamo por mejoras en la calidad de vida.

Para finalizar dejaré claro que no estoy haciendo apología del pasado, había que mejorar muchas cosas en nuestro país, pero a las claras se nota que esos sujetos vinieron para empeorarlas, para apropiarse de todo con el puro empeño de quedarse en el poder y de ahí en más, hacerse unos magnates a costillas del pueblo entero.


Illich Sánchez.