Profesor
Universitario, hoy…
*A Brigitte y
Rubén, valientes estudiantes en Huelga de Hambre en la UPEL Maracay.
Como a muchos otros compañeros de
clases, cuando estudiaba en la Universidad, me impresionaba con algunos de mis
profesores, me parecían tipos con convicciones políticas firmes y pensadas, los
veía como personas académicamente sólidas y en constante preparación, estudiosos,
inquietos y curiosos ante los retos que plateaba el mundo intelectual del momento. Valga decir que no todos mis
profesores universitarios respondían a esta descripción, por eso comencé
afirmando me impresionaban algunos de ellos.
Otra cosa que notaba en mis
profesores, en este caso, en los que admiraba y aquellos por los que no sentía
tal admiración, era que parecían “vivir bien”; ¿y qué es esto de “vivir bien”?
Pues, en primer término puedo decir que mis maestros, los más cercanos y que más me influenciaron;
éstos, hacían vida en universitaria, aparte de dar clases, emprendían tertulias, investigaban, producían ideas. Nunca les oí decir que debían
salir corriendo a cumplir horas en otra institución, jamás supe que alguno se
dedicara a oficio distinto que el de ser profesores universitarios. Quizás era
yo muy inocente, pero nunca supe que alguno de mis maestros vendiera películas,
queso llanero o que tuviera un trabajo part
time en una oficina de seguros.
Otra cosa que llegué a notar de
mis profes es que ninguno vivía en la casa de sus suegros, o que hablaran en
los cafetines sobre alquileres impagables, o sobre construir en el patio para tener donde vivir, jamás
los escuché preguntando algo como “quién
conoce algún mafioso de la repartición de viviendas que asigna el gobierno”.
Los profes salían de vacaciones, tomaban cursos en universidades de cualquier
parte del mundo los cuales eran financiados o costeados por la Universidad. Tenían
vehículos en buen estado y sus hijos asistían a buenos colegios. No eran
millonarios ni aburguesados, creo que todos mis profesores, al menos los que me
gustaban, eran izquierdistas, y tenían ese aire bohemio que se dan los intelectuales
cuando se saben importantes para la sociedad. Por esas razones, entre otras
más, un día me propuse emularlos, me dispuse a ser Profesor Universitario.
Al leer esto, tal vez usted esté
pensando de mí que soy frívolo. Que si las razones que me impulsaron a procurar
un cargo de docente en La Universidad (el cual logré por concurso de oposición)
estuvieron principalmente motivadas porque mis ductores tenían un modo de vida
acomodado, entonces yo solo haya sido un muchacho obnubilado por algo
aparencial y vacío. Piénselo si quiere, pero para mí, vivir
bien no es algo que atiende a frivolidades sino, por el contrario, es lo más
esencial en el camino formativo de cualquier persona en el mundo occidental.
Una persona va a La Universidad,
principalmente para labrarse una profesión y con ésta, acceder a un modo de
vida que le permita comodidades que no solamente son éticamente lícitas, sino
que también son connaturales a la aspiración de cualquier mortal de la raza
humana perteneciente a una sociedad tocada por el discurso de la modernidad, y
en este punto de la historia, eso no debería estar en discusión.
Cuando finalmente me hice
profesor universitario, no sin desvelos, con mucho estudio y sorteando trabas
políticas y tribales, no sin esfuerzo ni empeño, me tocó colisionar con que la calidad
de vida del sector profesoral había caído en picada, el modo de vida que me
había parecido justo y al cual aspiramos muchos, se había diluido en la indolencia
de un gobierno para el cual, las universidades son poco más que un estorbo. Me
encontré con las cifras deficitarias e ignominiosas de salarios, los cuales son
de los más bajos del planeta, presupuestos que sufren recortes tras recortes,
servicios sociales en mengua constante. Lo que encontré y que hoy vivimos los profesores
universitarios, no es solamente la depreciación de nuestras condiciones salariales,
peor aún, es la depreciación de la Universidad como conjunto, como institución
ancla del tejido social de una nación, el menosprecio por parte del Estado no
solo se evidencia hacia los profesores, sino también hacia los estudiantes, obreros, administrativos, egresados; desprecian
todo cuanto está tocado o influido por la cultura universitaria.
Los 15 años de la llamada
revolución han dañado a la Universidad de forma ostensible, el discurso anti universitario
con el cual el gobierno (Chávez) precisó por años que las casas de estudio
superior eran instituciones burguesas, anacrónicas y elitistas, la falta de
cupos a causa de las reconducciones presupuestarias y la implementación de un
sistema educativo paralelo (misiones, universidades socialistas, aldeas
universitarias, etc.) todo esto en conjunto, ha socavado las bases
estructurales del subsistema de educación superior venezolano. Aunado a esto,
los propios problemas que venía acarreando la universidad desde el punto de vista
administrativo y en cuanto a los cambios
que la propia institución debía procurarse en ejercicio de su autonomía y
necesidad de adaptación a los tiempos, han dejado lo que tenemos en la
actualidad, una maltrecha estructura que lucha nada más y nada menos que en contra
de un Estado que la quiere desaparecer.
Hoy por hoy la preferencia de los
adolescentes, de edad preuniversitaria, en cuanto a la planeación de su futuro pasa en primer lugar por
resolver la vida en términos inmediatos. Conseguir un trabajo para algunos,
irse al exterior para otros, estudiar en una universidad venezolana de estos
tiempos pasa porque la persona piense en qué será de su vida cuando al fin se
gradúe, ¿Conseguirá trabajo? ¿Trabajará en su campo de estudio? ¿Será tratado
con deferencia y respeto o será llevado al status de paria social a causa de
haber estudiado y haberse preparado? Lamentable, no?
Esta reflexión comenzó por el
punto “muy simplista” pensarían algunos, de la comparación entre cual era mi percepción sobre cómo
vivían mis profesores de la universidad y cómo vivimos los profesores universitarios de un tiempo a esta parte. De manera que, no obsta dejar claro que
vivimos de manera diametralmente opuesta a lo que nuestros colegas que, algunos
ya jubilados, otros aun trabajando en las postrimerías de su vida laboral y los
que llevamos poco tiempo en esto, hoy compartimos el que todos juntos estamos comiéndonos
el cable de la indolencia revolucionaria y socialista.
Vivienda, seguros médicos,
financiamiento para la investigación, aulas cónsonas y equipadas, sueldos
justos, transporte, servicios mínimos para nuestras familias, becas para los
estudiantes, presupuestos ajustados a la realidad económica del país, todos esos y tantos más, forman parte
hoy de nuestros anhelos y reclamos. Por eso estamos de PARO! Por eso hay
estudiantes y colegas tirados ya por semanas en Huelga de Hambre, por eso
marchamos, por eso han caminado desde Barquisimeto hasta Caracas un grupo de
profesores. Por todo eso y no por saboteadores, ni por guarimberos, ni por ser
agentes de la CIA, ni porque seamos una élite pudiente y reproductora de los ideales
del capitalismo salvaje. Aquí el único salvaje es grupo de hambreadores y
corruptos que tienen al país tomado por el cuello y aprietan sus sediciosas
manos, hunden sus garras y sus colmillos en toda la población, la asfixian y la
anestesian con su discurso negador de la realidad.
Valga decir que este trato feroz
no es solo dado a las universidades, la misma tortura de hambre y miseria le es
aplicada arteramente a médicos y trabajadores de la salud, trabajadores de las
empresas de Guayana, a los del sector eléctrico, a todo el magisterio, a los
empleados públicos. Siempre bajo amenaza, jamás con intenciones de vindicar los
derechos de la mayoría trabajadora. Ahí reside su peor contradicción la que más
les desnuda, se dicen socialistas y son el gobierno que más de espaldas se ha
puesto a los trabajadores y sus intereses. Por el contrario, les burlan, se
ríen y amedrentan, descalifican a quienes emprenden el justo derecho a la
protesta y al reclamo por mejoras en la calidad de vida.
Para finalizar dejaré claro que
no estoy haciendo apología del pasado, había que mejorar muchas cosas en
nuestro país, pero a las claras se nota que esos sujetos vinieron para
empeorarlas, para apropiarse de todo con el puro empeño de quedarse en el poder
y de ahí en más, hacerse unos magnates a costillas del pueblo entero.
Illich Sánchez.
Genial
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