lunes, 12 de mayo de 2014

Tres meses después


Incendio de autobuses UPEL 11/05/2014.10.30pm
 

Una cosa es la prudencia, otra muy distinta, la indolencia.
Hoy se cumplen tres meses del inicio de los hechos que terminaron de desenmascarar el talante totalitario y criminal régimen que rige a Venezuela, aunque habría que ser tan desmemoriado como lo somos para no haberse dado cuenta hace mucho rato y muchos muertos de que éste es un gobierno delincuente que viene menoscabando los derechos civiles desde su propio ascenso al poder.
Muy ciego hay que ser o hacérselo, para continuar ignorando la degradación que ha sufrido nuestra sociedad en 15 años de amenazas y ataques sistemáticos a todos los renglones que conforman nuestra vida pública y privada. Se nos ha hecho vivir en constante acostumbramiento a la delincuencia, a que mande el hampa; la común, la que usa chapa, la organizada, la que asesina, el hampa funcionaria que cobra su vacuna para inscribir a un ciudadano en una lista donde se le asigne el derecho a la vivienda, a los servicios y a la vida.
Vivimos en colas, se va la luz, el agua llega sucia, contaminada, llega a ratos. Nuestras preocupaciones pasan por perseguir productos allá donde éstos aparecen, disputar paquetes de comida con personas que como nosotros han sido llevadas a la más primitiva de las aspiraciones de una especie, la sobrevivencia.
Hace tres meses este gobierno nos salió a matar, a torturar, a perseguir. Hace  tres meses nos vinimos a dar cuenta de lo que hacían cuando cerraban emisoras de radio, negaban el dinero para que los periódicos adquiriesen el papel, expropiaban canales de televisión, clausuraban y compraban otros. Ellos creaban la oscuridad y con ella nos sumían en la ceguera informativa para que nada fuese noticia y todo fuese rumor.  Una ceguera roja de sangre y de propaganda, unos medios donde las recetas de cocina sustituyen a la transmisión en vivo y directo de los desmanes que se sienten en la carne viva.
Los derechos humanos que creíamos tener los vienen haciendo pedazos con sus botas infames, arrasando con sus motos productoras de miedo, a tiros en la frente de jóvenes, niños, mujeres y ancianos. Aun así, queda quien piensa que si no se mete en nada estará seguro, sobran quienes creen que lo que nos ocurre a todos los excluye porque a ellos los cubre el manto sagrado de la indiferencia.
Anoche los mismos que nos asesinaron más de cuarenta hermanos entraron y quemaron dos autobuses en la UPEL, la semana pasada también derramaron las llamas sobre la universidad Fermín Toro, atacaron la UCAB, la UCV es asolada a diario al igual que la ULA, LUZ, la Carabobo y tantas más. ¿A donde va un país cuyo gobierno manda quemar las UNIVERSIDADES? Sin duda, ese país va de la tiniebla a la oscuridad total.




Autobuses inciendiados UPEL-Mcy. Foto del 12/05/2014. 8:00am

 
La iniquidad de quienes ejecutan esas órdenes no alcanza siquiera las orillas de fango pestilente que habita las mentes de quienes las planean, las pagan, las sincronizan. Imagino a Nicolás Maduro y su consorcio de malandros millonarios, chocando las palmas y felicitándose como si anotaran un gol cada vez que una universidad arde en llamas. Aun no reúno los argumentos mínimos para convencerme de que algo positivo podía extraerse de haberse sentado a dialogar con estas personas. Si acaso hubiese mermado su violencia, si no nos hubiesen echado encima la prohibición exprés de la protesta, donde el TSJ volvió a lucir sus artes de legalizador de los atropellos.
Hoy, a tres meses del comienzo de la vil masacre de nuestra juventud, aun hay quien a lo perverso le quiere llamar irregular, a la ignominia le quiere decir malentendido y a la sádica brutalidad prefiere llamarla “socialismo”
Illich Sánchez