lunes, 15 de diciembre de 2014

...2014


Es propio de muchas personas por estas épocas, echar un vistazo hacia atrás en el año y evaluar lo que éste les dejó, lo que les ha privado y aquello que les quedó por cumplir. 

Es un ejercicio de auto reflexión, tal vez un intento por ponderar el propio actuar en el lapso de un año, para así volver a emprender el ciclo, con nuevas o mismas metas.


Si intentásemos este ejercicio en perspectiva colectiva, no solo en lo personal sino por ejemplo, en cuanto a nuestro país, a los sucesos que nos ocurrieron como sociedad en el 2014, tal vez tuviésemos razones para pensar que éste ha sido un terrible y trágico año.

Comenzamos el 2014 aun con el aturdimiento provocado por el DAKAZO, nombre que fue dado a los saqueos promovidos, organizados y dirigidos puntualmente por el gobierno el último mes del 2013, mes el cual  había sido de colas, escasez y personas corriendo con televisores sobre sus cabezas.

Aun no salíamos del sopor decembrino cuando la ex miss y acrtriz Mónica Spear fue asesisada a sangre fría en una carretera del país. Una persona más, una mujer joven, una madre sumada a las listas de la violencia homicida que colapsa a toda nuestra sociedad.


Ya en febrero, como es costumbre en nuestra historia reciente, la conflictividad social estalló con las protestas del Día de la Juventud (12F) y se prolongó por, al menos, un mes más. Esta vez se sintió la represión, la brutalidad del Estado y sus aliados paramilitares, los Colectivos. Muertos, desaparecidos, presos, torturados, heridos, perseguidos, despedidos de sus empleos, amenazados, propiedades incendiadas, robos y saqueos fueron el saldo de la respuesta que el gobierno de Nicolás Maduro dio a las protestas que exigían eficiencia, democracia y libertad.

Cuarenta muertos, dice la prensa, personalmente creo que fueron más, pero el gobierno se mantuvo en el poder a fuerza de balas, motos y botas, se mantuvo en el poder para seguir haciendo lo que por 16 años han hecho, robar, destruir, regalar al país y quitarnos todo tipo de seguridad; la de transitar, la de crecer, la de existir.

Los “héroes” de la Revolución fueron condecorados, los llamados Colectivos de la Paz se ganaron un puesto en las tribunas del poder gracias a su accionar forajido en contra de los manifestantes. Más adelante en el año, el propio gobierno les llamaría delincuentes e iría por sus cabezas para pararle el trote a sus líderes, los cuales se habían constituido en caciques tribales en ciudades repartidas en satrapías entre grupos irregulares y fuerzas policiales, actuando todos como mafias que pican en trozos el control de un territorio.

Este año conocimos la Chicungunya, tal vez aun no la conocemos, más sí sufrimos sus efectos, el dolor, las articulaciones inflamadas, el sarpullido y la escasez de todo cuanto podía palear parcialmente los efectos. Colas para comprar agua de coco, buhoneros vendiendo medicinas, hospitales y clínicas colapsadas. Uno, dos, tres… enfermos por familia iban cayendo, mientras el tipo que es presidente decía en cadena que había solo 200 casos. Cuántos fuimos víctimas de esta epidemia, no se sabe, cuántos murieron y siguen muriendo, cuántos más la contraen día tras día, qué hacer con los efectos progresivos, nadie sabe, todos especulan.

En este silencio concertado sobre la epidemia se evidencia una muestra de lo que significa  vivir en un país donde los poderes y los medios de comunicación danzan comprados al ritmo de los millones de dólares con que el gobierno venía cerrando bocas, haciendo trampas y financiando impunidades.

Pero bajó el petróleo, y si la escasez que desde hace años ya nos venía estrangulando era terrible, ahora lo es más. La peregrina excusa de la “Guerra Económica” tan elástica como para culpar desde los empresarios nacionales hasta los oligopolios de la globalización y del imperio, ahora es llevada al límite de su ductilidad para achacar las culpas de lo que aquí pasa a los países productores de todo el mundo, los cuales inundaron el mercado internacional con crudo para atacar directamente a la Revolución ¿Queda quien les crea? Lamentablemente, sí…

Este año también se mataron entre ellos mismos, hablo de los ilustres revolucionarios, se tendieron celadas y trampas. Se emboscaron políticamente; también de forma literal develaron sus riñas internas cuales hienas medrando tras la presa se mordieron unos a otros sus patas y hocicos.

También los líderes de la oposición mostraron sus costuras, la división, la falta de consenso y el desatino de acciones intempestivas les impidió crecer como reflejo esperado de una crisis institucional que ha desplomado la popularidad del gobierno, una popularidad que aun cuelga de los pies del difunto. Sin embargo, si algo  ha faltado del lado opositor es cohesión, sus líderes sufren del terrible síndrome del personalismo. Debido a eso, el descontento de la gente no se transforma en acciones de protesta organizada y coherente sino que va y regresa desde lo estentóreo a lo epiléptico sin mayores progresos.

El ciudadano común, al verse privado de referentes en lo político clama por alzamientos militares (sumamente peligroso) o por el momento en que se “arme el verguero” Ambas, salidas desde la desesperación que solo pueden llevar a lo que Nicolás quisiera, el atornillarse al trono sin que medie otra cosa que su imposición por la fuerza de la pólvora. Tal vez un escenario peor, el encumbramiento del segundo en escena, del cual se sabe que pudiera ser más sanguinario todavía.

Alguien de entre quienes lean este texto se va a preguntar por qué no hablo de lo bueno ¿Hubo algo bueno? Si es que lo hubo, yo no lo vi, el 2014 me pareció uno de los años más fatales de todos los que me acuerdo haber vivido. Algo si es patente, mantiene el ritmo descendente en cuanto a todos los ítems que precisan la categorización de Calidad de Vida.

No obstante, mi invitación no es al olvido, sino a la memoria, al recuerdo y a la acción. Recordar a los estudiantes muertos en las protestas del 12F, recordar a los privados de libertad de forma injusta, recordar que sigue la crisis del sector salud, que la delincuencia nos sigue privando de vidas inocentes, que nuestras cárceles continúan en guerra mientras una ministra lidera las mafias internas, recordar que nuestras escuelas públicas se caen a pedazos y seguimos teniendo a los maestros peores pagados del planeta, recordar que no hay leche ni pañales, ni medicinas, ni nada.

Recordar que este año nos han hecho sufrir por todas las vías posibles para que Maduro y sus ladrones adjuntos se den la vida de ricos y famosos pregonando la paz y la felicidad del socialismo.

Illich

miércoles, 10 de diciembre de 2014

SIN SENTIDOS


Los sentidos se le fueron, se apagaron. Uno por uno se le fueron borrando.

Primero, la vista. Cuando se quedó ciego casi enloqueció, salió corriendo dando tumbos, se golpeaba contra las cosas que había en la habitación. Sintió la oscuridad, la tibieza y el sabor ferroso del hilo de sangre que corría por la comisura izquierda de su boca. La saboreó y de inmediato llegó el dolor, pero casi no lo tomó en cuenta.

Intentó incorporarse, sin ver, luego de haber caído, solo llegó a sentarse y ahí quedó.

De súbito se dio cuenta que no escuchaba, se percató porque al tropezar con el mueble y derrumbarse sobre el piso un estruendo de objetos rodando y chocando entre sí lo había aturdido. Ahora podía golpear y patear los trastos en el suelo pero éstos no le sonaban. Gritó y no pudo escucharse a pesar de que el esfuerzo le reflejó un dolor vibrante en la garganta.

Se llevó las manos al rostro pero no consiguió nada, dejó de sentir sus manos o éstas dejaron de sentir lo que tocaban, se hincó las uñas donde creyó que quedaba su cara, no encontró dolor, ni roce alguno. Se echó hacia atrás, pensó que era hacia atrás, hasta que algo le detuvo de golpe. Una pared, tal vez.

Salir de ahí, debía salir, pero ¿Para qué? No veía ni escuchaba, tampoco sentía las cosas. Por no escuchar, no sabía si hablaba, si sus gritos eran audibles por alguien más. Todo tan confuso, tan junto, tan de pronto, tan definitivo.

Inspiró fuertemente, volvió a hacerlo, se percató de que no podía oler las cosas. Tampoco tenía olfato.

Ni siquiera dolor percibía, ni texturas, nada de sensaciones térmicas. Una angustia vacía, un limbo ingrávido y atemporal, miedo!

Un terror indecible, flotante y absurdo ¿Muerto? Había muerto o tal vez no, estar muerto, nadie lo está, se muere y ya… Así decía un libro que alguna vez leyó. No se trata de eso, de qué, entonces, de un encierro o más bien la deriva total, un naufragio dentro de sí mismo.

Preguntas agolpadas y atormentantes cayendo en avalancha, en estampida, una interrogación aplastante, ahogo, no obstante no sabía si respiraba, hiperventilaba o se había quedado en paro de todas sus funciones vitales ¿Cómo saberlo? No podía saberlo ¿Qué podía saber? Algo, nada… fuera de los sentidos nada se sabe, todo se intuye.



Illich