lunes, 25 de mayo de 2015

OJOS



Los ojos de la señora no me muestran rabia, no enseñan el hartazgo porque a las seis décadas que delata su rostro ella tenga que estar haciendo una cola para adquirir comida o medicinas.

Los ojos de la señora me enseñan un abatimiento extraño, como el de un esclavo que vuelve de la plantación, cansado y dispuesto a que nada pase, nada que provoque las iras del látigo; un abatimiento extraño que solo conocía por películas o libros. Es como una rendición antepasada, como un deambular sin ganas de que nada cambie siquiera un ápice,porque todo es como está y no puede ser de ninguna otra manera.



Los ojos de la señora ya no exigen, ellos piden, claman y se conforman. Ojos que han probado la violencia, vieron la muerte al salir a la puerta, vieron a la víctima tirada y al matón buscarle la mirada para decirle “He sido yo, y qué!”

Intento palabras de queja, y me mira sin verme, un vacío me traspasa, ella no fija sus ojos en nada, solo deja que la cola avance, lenta y cuasi universal, mientras se seca el sudor de las sienes y cambia la postura, se lleva un brazo a la cadera, en la otra extremidad, una bolsa con lo que parece algo que yo necesito, pero aun no descifro qué será…

Los ojos de la señora del supermercado se parecen a otros ojos, parecen ojos amansados de animal de circo, asemejan ojos de torturado con electricidad. Ojos de un tiempo que no acaba de pasar, y se queda para herir y doler.

Los ojos de la señora de la cola, han de parecerse tanto a los míos, a los de mi madre, a los de mis hermanos, a los de mis conocidos,amigos y enemigos.

¿Nos han implantado ojos domesticados a todos? ¿Nos han sembrado en la mirada de una resignación litúrgica? Nos han convertido en figuras de una arcilla seca y quebradiza, sin mayor expectativa que el hacernos polvo,dotados de una ligereza que nos lleva y nos traslada de un lugar a otro, de una anarquía a la próxima anarquía, movidos entre caprichos e intereses de aquellos que soplan en todas direcciones y con destino de ninguna parte.

Illich.

viernes, 15 de mayo de 2015

UN PRESUNTO PAÍS


Es un categórico y lamentable hecho el que en Venezuela ya nos hemos acostumbrado a situaciones que en otro momento de la historia nos parecieron alarmas ficcionales de algunos exagerados con imaginaciones bastante torcidas.
No digo nada nuevo cuando nombro colas, asesinatos, secuestros, desabastecimiento, cobro de vacunas a vecinos o habitantes pacíficos de cualquiera de nuestras urbes, muertos de mengua esperando por medicinas, barriadas de cartón y lata que se multiplican de manera exponencial, epidemias, corrupción impune, chantaje impune, impunidad impune!
A quién sorprende el que nuestro salario mínimo sea tres veces inferior al precio de la cesta básica alimentaria y que los maestros y profesores universitarios devenguen aun menos que este salario vergonzoso e infrahumano.
Nos hemos habituado a que todas estas cosas sean cotidianas, palpables, comunes. Nos tomamos un café los lunes (cuando hay) con la noticia de 170 venezolanos menos, muertos a plomo por presuntos delincuentes, quienes en la presunta comisión de múltiples delitos nos arrinconan hacia un abismo de miedos donde nada es presunto y todo es parte de esta realidad roja, roja de sangre y de costumbre.
Ayer 13 de Mayo, por la vía del rumor nos enteramos que ocurría un presunto enfrentamiento entre presuntos delincuentes y presuntos funcionarios del Estado. Dimes, diretes, tweets y cadenas de mensajes expandían los rumores sobre una presunta batalla campal librándose en uno de los barrios más peligrosos de Maracay.
“Van tres muertos”, “son diez muertos”, “van treinta muertos”, “hay doscientos presos”, “se vienen dos mil motorizados desde la cárcel”, “los pranes van a contraatacar”
Qué de todo eso fue verdad, cuánto de todo lo que se dijo no quedará en la perversa indeterminación de lo presunto. Tendremos que acostumbrarnos a estas presuntas batallas librándose barrio por barrio, en cada urbanización, en las calles. Mientras todo queda en el limbo de lo “PRESUNTO” porque nadie da fe de nada, no hay noticias; y es que, desde que Chávez comenzó a cerrar medios, esta práctica nunca se detuvo hasta el terrible punto en el que estamos hoy, donde todo es presunto y nada es veraz.
Tan acostumbrados estamos a lo anómalo que hoy he escuchado gente decir “Bien hecho, que los maten a todos” ¿Y cuando sea en tu barrio? ¿Y cuando sea en tu calle?
Lo que presuntamente ocurrió ayer, si es que ocurrió, no es sino el resultado de haber empoderado a las bandas de criminales organizados, de haberlos condecorado y exaltado como en repetidas oportunidades hizo Maduro en cadena nacional, de no haber combatido el crimen durante dieciséis años, de haber pactado y dividido las ciudades en cotos de crimen para que los hampones se repartieran el botín con funcionarios, jueces, militares y políticos. Luego de todo esto, cómo se les pone freno a los delincuentes, a qué cárceles se les envía, quiénes los procesan.
Todo lo que presuntamente está ocurriendo se lo debemos a los que tenían la presunta tarea de darnos “patria”, de acabar con la pobreza y de hacer del nuestro un “país potencia”. Hoy, sin patria, comida, medicinas, sin paz,ni sosiego, lo que presuntamente ocurre es un caos social con tentáculos incontables e incontenibles.
Habrá que preguntarse si después de lo que presuntamente ocurrió ayer, hoy estamos más seguros y podemos salir a la calle sin temor a que un presunto asesino se nos lleve la vida con sus garras de pólvora y maldad.


Illich.