domingo, 26 de febrero de 2017

LA RESPUESTA ESTÁ EN LA PREGUNTA



Cuando la pregunta deja de ser ¿POR QUÉ TENEMOS QUE HACER COLAS? Para ser sustituida a diario por otras como ¿Dónde es la cola? ¿A qué hora nos quitan la cédula? ¿Qué productos venderán hoy?... entre otras similares. Ya podemos decir que el asunto está instalado dentro de nuestras rutinas diarias, que es NORMAL.

Con esto no pretendo presumir del gran hallazgo, cualquiera que lea estas líneas dirá para sí “AJÁ, ¿Y QUÉ?” Ese “y qué” desprovisto de preocupación alguna es otro signo contundente de cómo la CULTURA DE CRISIS que ha instalado el régimen, no solo en las calles, en la cotidianidad material de la gente, sino como dispositivo mental (más peligroso aun) nos tiene sumidos en el hecho de una “temible normalidad” La que en otros casos sólo debía darse en condiciones de desastre natural, de guerra, o de cualquier eventualidad social, de forma transitoria y breve.

Las sociedades que han sido sometidas a tal nivel de stress dilatado en el tiempo, en las que hacer colas, vivir en la reiterada falla de los servicios mínimos, carecer de seguridad a nivel público, sanitario, económico y subsistir sin las más esenciales garantías para la vida, históricamente han pasado por este tránsito funesto de la NORMALIZACIÓN DE LO ANORMAL. Pero luego, en algún momento han estallado en desafueros sociales donde se vierte el odio contenido sobre sus opresores, propiciando no menos que una venganza de las masas, cosa que es harto peligrosa por anárquica, por el nivel violento que pueden tornar los eventos, y porque simplemente, venganza no es justicia.

El que hoy uno vea a miles de venezolanos aborregados, taciturnos y lacónicos haciendo la cola, sometidos a los gritos y el chantaje de militares y policías, inventándose formas de sacar partido de la situación para, no hacerse ricos, sino, simple y precariamente, sobrevivir. El que todo esto ocurra, no extingue el peligro y la inminencia de que en cualquier momento Venezuela estalle en un marasmo de saqueos, violencia que sólo será contenida de la única manera que el régimen sabe y ha demostrado que puede, a balas, con fuego, torturas y cárcel.

No estoy justificando a las masas por su comportamiento intempestivo y por sus reacciones tardías, algo hay de exitoso en la DES/EDUCACIÓN para la política y la ciudadanía con la que en Venezuela se ha ido sembrando la idea desde hace décadas de que ser ciudadano es simplemente ser un votante y recipiente de las dádivas que da “El Gran Hermano”, y que todas las formas de reclamo son subversivas, en tanto que se implantó paulatinamente en la consciencia colectiva la máxima de que “la política es únicamente asunto de los políticos” como si todos no fuésemos seres políticos en esencia, por el propio hecho de que vivimos en una probable POLIS.

El asunto es que, cuando sobre las mayorías se ejercen los niveles de presión social a los que nos viene sometiendo el gobierno a todos en Venezuela, es difícil por no decir imposible precisar cuándo se va a suscitar el quiebre de esa “NORMALIDAD IMPUESTA”, por el contrario, lo que sí resulta sencillo calcular, es que cualquier proceso de quiebre del orden social por la vía violenta, siempre encontrará a las propias masas a los mayores proveedores de víctimas. Es decir, los muertos de hambre de hoy, los acribillados de un posible y tal vez cercano, muy cercano mañana.



Illich