Cuando la pregunta deja de ser ¿POR
QUÉ TENEMOS QUE HACER COLAS? Para ser sustituida a diario por otras como ¿Dónde
es la cola? ¿A qué hora nos quitan la cédula? ¿Qué productos venderán hoy?...
entre otras similares. Ya podemos decir que el asunto está instalado dentro de
nuestras rutinas diarias, que es NORMAL.
Con esto no pretendo presumir del
gran hallazgo, cualquiera que lea estas líneas dirá para sí “AJÁ, ¿Y QUÉ?” Ese “y
qué” desprovisto de preocupación alguna es otro signo contundente de cómo la
CULTURA DE CRISIS que ha instalado el régimen, no solo en las calles, en la
cotidianidad material de la gente, sino como dispositivo mental (más peligroso
aun) nos tiene sumidos en el hecho de una “temible normalidad” La que en otros
casos sólo debía darse en condiciones de desastre natural, de guerra, o de
cualquier eventualidad social, de forma transitoria y breve.
Las sociedades que han sido
sometidas a tal nivel de stress dilatado en el tiempo, en las que hacer colas,
vivir en la reiterada falla de los servicios mínimos, carecer de seguridad a
nivel público, sanitario, económico y subsistir sin las más esenciales
garantías para la vida, históricamente han pasado por este tránsito funesto de
la NORMALIZACIÓN DE LO ANORMAL. Pero luego, en algún momento han estallado en
desafueros sociales donde se vierte el odio contenido sobre sus opresores,
propiciando no menos que una venganza de las masas, cosa que es harto peligrosa
por anárquica, por el nivel violento que pueden tornar los eventos, y porque
simplemente, venganza no es justicia.
El que hoy uno vea a miles de
venezolanos aborregados, taciturnos y lacónicos haciendo la cola, sometidos a
los gritos y el chantaje de militares y policías, inventándose formas de sacar
partido de la situación para, no hacerse ricos, sino, simple y precariamente,
sobrevivir. El que todo esto ocurra, no extingue el peligro y la inminencia de
que en cualquier momento Venezuela estalle en un marasmo de saqueos, violencia
que sólo será contenida de la única manera que el régimen sabe y ha demostrado
que puede, a balas, con fuego, torturas y cárcel.
No estoy justificando a las masas
por su comportamiento intempestivo y por sus reacciones tardías, algo hay de exitoso en la DES/EDUCACIÓN para la política y la ciudadanía con la que en
Venezuela se ha ido sembrando la idea desde hace décadas de que ser ciudadano
es simplemente ser un votante y recipiente de las dádivas que da “El Gran Hermano”,
y que todas las formas de reclamo son subversivas, en tanto que se implantó paulatinamente
en la consciencia colectiva la máxima de que “la política es únicamente asunto
de los políticos” como si todos no fuésemos seres políticos en esencia, por el
propio hecho de que vivimos en una probable POLIS.
El asunto es que, cuando sobre las
mayorías se ejercen los niveles de presión social a los que nos viene sometiendo
el gobierno a todos en Venezuela, es difícil por no decir imposible precisar
cuándo se va a suscitar el quiebre de esa “NORMALIDAD IMPUESTA”, por el contrario,
lo que sí resulta sencillo calcular, es que cualquier proceso de quiebre del
orden social por la vía violenta, siempre encontrará a las propias masas a los
mayores proveedores de víctimas. Es decir, los muertos de hambre de hoy, los
acribillados de un posible y tal vez cercano, muy cercano mañana.
Illich
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