Alguien muy querido me dijo ayer "cuidado con las cosas
que publicas en las redes" se refería a una foto en la que hago parodia de
la situación de salud de Chávez y a algunos comentarios quizás muy desnudos que
he colgado tanto en Twitter como en Facebook, agradezco la crítica y reflexiono
sobre si habré ido muy lejos con esa y otras expresiones a razón de las
diversas situaciones que acaecen en Venezuela.
Consigo que acaso un gesto dantesco e irritante de mi parte
pudo causar escozor en algunas personas, pero en la misma medida, en otras
encontró eco y algunos pudieron haber pensado algo a partir de ahí, lo cierto
es que de eso debía tratarse esto de las redes, de que algunos publicasen cosas
de un tenor, otras de otro, y que diametralidades y divergencias pudiesen
cohabitar sin el riesgo de la censura y con la posibilidad de réplica, con
oportunidad de acceso igualitario para todo aquel que piense algo y lo pueda
decir sin antes pasar por los filtros editoriales ni burocráticos de los medios
establecidos.
La persona que me aconsejó moderación conoce de esto,
obviamente él no hablaba del mundo virtual y de la multipolaridad de opiniones,
sino de este panorama de violencia en el que aparecen cada vez con mayor
continuidad golpeadores a sueldo, sicarios del Estado; del amedrentamiento de
la gavilla roja, que incluso ahora en tiempos de incertidumbre política, se
enardece y se suelta el moño, con la aparente legitimación que da “la humanidad
que ha de sentir por la delicada situación de El Líder”.
El asunto es que uno ni siquiera sabe cuál es el “estado de
salud del Líder”, por eso es que aunque no justifique mi acción, debo entender
por qué hay tanta gente haciendo parodia sobre las fotos que enseña el
gobierno. Chistes y más chistes sobre la situación de Chávez, conjeturas, unas más
alocadas que otras acerca de su llegada, o si es verdad que llegó, su imagen,
la nariz de sus hijas, la desaparición de la verruga, la forma en que se
comunica, entre muchas más situaciones caricaturescas derivadas de la premeditada
e irresponsable estratagema de ocultamiento de la información que han hecho los
que se quedaron con el control del Estado a partir de su convalecencia.
Debo aceptar, sin ningún tipo de cortapisas, que a mí la
situación de Chávez no me duele en lo más mínimo, no me compadezco de él ni de
sus allegados, o por lo menos, me resulta inaudito pensar que la situación de
un país cayéndose desde que ese señor llegó al poder pueda ser menos relevante
que su salud, que sus dolores, que su vida. He dicho muchas veces que si Chávez
y su gestión hubiesen sido evaluadas por el Ché Guevara, hace rato él su
séquito hubiesen pasado por el paredón debido a que son unos hambreadores del
pueblo, unos corruptos sin ningún tipo de control y unos asesinos (en 2 meses
del 2013 van 1500 asesinatos en Venezuela).
No soy fan del el Ché, solo pongo el ejemplo de cómo hubiese
actuado el paradigma de la revolución comunista con éstos señores que se precian
de ser revolucionarios mientras se enriquecen como jeques saudíes, peor, como
un montón de Donalds Trumps chabacanos e irremediablemente rapaces. No puede
ser más importante la dolencia de un solo ser humano del que incluso no se ha
sabido nunca cuál es su real condición, la misma que se ocultó para que éste
ganara unas elecciones para un cargo que después no iba a poder asumir, que un
país con la peor metástasis institucional que hemos vivido jamás. Hablemos de
burla descarnada y grotesca, pues esto sí lo es, el que Chávez anunciara en
cadena que estaba totalmente curado, que hiciera una campaña emocional,
acompañada incluso por las eternas amenazas y amedrentamientos y que no más un
mes después, estuviese anunciando a su sucesor porque él creía que de ésta no
saldría, la burla está ahí.
Recordemos que comencé escribiendo sobre el exhorto que me
han hecho de medir el PH de mis comentarios, lo agradezco, lo mesuro y lo tomo
en cuenta, pero tal vez lo siga desobedeciendo aunque esto conlleve el riesgo
de que algunos me repudien y otros, tal vez me agredan, o me sigan agrediendo,
pues ya con el salario que devengo, la inflación que se lo engulle y la
violencia que me asalta, nos asalta a diario, tengo suficiente para sentirme
atrincherado bajo un bombardeo de calamidades, para las cuales tal vez la
parodia sea una respuesta terapéutica, una suerte de catarsis mal entendida,
con la cual se intenta reír para no salir llorando o para no volverse violento
uno mismo.
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