En
los estudios historiográficos académicos se suele criticar bastante la tendencia,
natural en la gente, a ver la realidad social desde la perspectiva del presente
como punto de comparación hacia lo que ha ocurrido antes, esta tendencia es
denominada “Presentismo” y es entendida como un vicio del análisis
socio-histórico, como un sesgo de los sentidos que lleva a que la persona lo
analice todo bajo la influencia del inmediatismo, de lo que está sintiendo en
un momento específico, obviando así otras posibilidades que le permitan sopesar
con mayor cautela los elementos y variables del problema abordado. En relación
a este particular nos pudiéramos preguntar con Descartes, ¿será que “los sentidos nos engañan”? pues casi
siempre, nos es difícil ubicar el real desarrollo de un proceso contemporáneo
en relación a uno pasado ya que estamos constantemente tentados a dejarnos
abrumar por el resplandor de la inmediatez.
Como
claro ejemplo de este dilema conceptual podemos mirar la situación actual de
Venezuela, la coyuntura social que ha puesto en escena como herederos del poder
político, luego de la muerte de Chávez, a los señores Nicolás Maduro y Diosdado
Cabello. Y es que, desde el mismo momento en que ambos personajes asumieron en
mando, vista la situación de incertidumbre sobre los problemas de salud del
caudillo, la sobrevenida muerte, presuntamente en marzo 2013, el período de la
presidencia encargada y finalmente, el proceso electoral que dio como vencedor
(con muchas dudas) a Maduro, muchas personas con las que he conversado me han
dicho con total firmeza que “estos
señores son peores que Chávez”.
Las
razones que mis interlocutores han expresado se pasean entre los desatinos de
Maduro en sus alocuciones, los desafueros de malandro con poder de Cabello, la
forma represiva con que han atacado a la oposición, a los manifestantes, a los
trabajadores del sector público, al tratamiento que han dado a la
economía, a la descalificación
discursiva en contra de los líderes de la oposición y al ventajismo con que
emprendieron la campaña.
Con
unos y otros argumentos, se me ha planteado que ante nosotros tenemos a unos
herederos mucho más barbáricos que el propio Chávez, más ignaros, más feroces,
en suma, más peligrosos para todos aquellos que les adversamos e incluso, para
el país entero. Les he respondido a mis interlocutores que esto no es así, que
estos señores son más de lo mismo y si se quiere más débiles que el caudillo
que les engendró y encumbró en el poder. No obstante, el tema me parece lo
suficientemente importante para el debate en estos momentos agitados, por
tanto, he decidido dedicarle unos
párrafos para sumarlos a la discusión y a la lucha que estamos librando.
Entre
los peligros que entraña el presentismo está el del olvido, la forma
contundente con que nos suele golpear un suceso muchas veces nos puede hacer
olvidar los momentos anteriores en cuyo seno pudieron ocurrir situaciones
incluso más terribles que las que nos acaecen en la actualidad.
Cuando
se dice que “éstos” son peores que Chávez en primer lugar se plantea que Maduro
cada vez que habla “mete la pata” que
Chávez sabía lo que decía, es falso, Chávez engañaba a la mayoría con una costumbre
de citar libros y autores a los que muchas veces, desconocía, por tanto los
confundía y mezclaba de forma indiscriminada, pasaba de La Biblia al Zaratustra
sin mayores miramientos, nombraba a Whitman citando a Poe, hablaba de Marx y
aplicaba en el terreno unas tesis económicas que hubiesen hecho sonrojar de
orgullo a Adam Smith. Estando en China y alababa a Mao delante de señores que fueron
presos de este líder. Chávez tergiversaba textos o amoldaba frases ante la
situación que tuviese ante sí, en fin, su gran habilidad era la de fingir. De meter
la pata, lo hacía bastante, leí decenas de artículos en nuestra prensa donde
cantidades de académicos listaron cuantiosos errores conceptuales y
contextuales, desatinos en los que incurría en las incontables horas de sus
alocuciones para las cuales hizo un abusivo uso de los medios de comunicación.
Sobre la economía se acude al nefasto tratamiento que
estos señores han hecho sobre el problema financiero nacional, dos
devaluaciones en tres meses. Sin ser un experto ni mucho menos, me atrevo a
decir que toda devaluación monetaria es hija y producto de desaciertos en las
políticas económicas de un país en un lapso previo, la última devaluación de
nuestra divisa es consecuencia de haber mantenido una balanza de pago en
negativo durante los dos últimos años, sino más, de mantener una política
importadora de productos básicos, de la ineficiencia de los controles
cambiarios, de la dependencia de la renta petrolera y la supeditación de todo
nuestro aparato económico al fluctuante vaivén de los precios del crudo, al
inmenso gasto público, al gasto y robo de las reservas internacionales, y todo
eso ocurrió en tiempos en los que Chávez ordenaba y ellos hacían, por tanto, si
el líder hubiese estado (vivo o) en condiciones para febrero, esa devaluación
iba, era un hecho.
¿Más represivos, menos democráticos?
Ya nos olvidamos de la “garrapiña”,
aquel objeto que consistía en un látigo de fierros con puntas afiladas en el
extremo y que solo conocíamos por las películas de la Edad Media, el que utilizó
la Guardia Nacional a discreción y orden del líder en contra de estudiantes y
amas de casa, se nos olvidó Acosta Carlés golpeando mujeres y burlándose de
éstas, no nos suena la sentencia del Líder Supremo “Y me les echan gas del
bueno y me los meten presos” o a él mismo con un pito en la boca gozándose los
despidos de cientos de trabajadores, los policías y jueces presos aun mientras a
los asesinos de Puente Llaguno les hacen homenajes. No recordamos en cierre de
RCTV, el de doscientas cincuenta emisoras de radio por orden suya, el
desconocimiento del mandato popular cuando luego de haber perdido el referéndum
de la enmienda constitucional, cuando incluyó la reelección indefinida como
reforma en otro referéndum. Habremos
olvidado a Franklin Brito?
Cuando se plantea que
estos señores son más ineficientes que
el caudillo, que él de alguna forma logró ciertas cosas, también me quedan
dudas. Los casos de corrupción a los que hizo la vista gorda, los de PDVAL, por
nombrar solo uno, los niveles astronómicos de la inseguridad y la violencia hamponil, el crecimiento
exponencial de la economía informal y el déficit habitacional que hoy tenemos,
son todos hijos de sus catorce años en el poder. Chávez tuvo un inmenso aparato
propagandístico y un indudable carisma, en eso si es muy superior a Maduro y Cabello, además contó un una
conexión afectiva con un importante sector de la población y es por eso, porque
siempre tuvo una base que le sirvió en el terreno electoral por lo cual no
desató toda su ira dictatorial sobre el país, sin embargo, todas las armas compradas
y la confección de un modelo de Estado represivo apoyado en instituciones que
le facturan completa adhesión al gobierno, son su idea y su práctica.
Lo que hoy tenemos
en Venezuela es la idea de Chávez sobre lo que deberíamos tener si él dejaba de
estar, es su candidato, al cual un CNE que él nombró a través de su Asamblea Nacional,
le adjudicaron las elecciones y hoy es presidente del país. Somos nosotros a
los que él llamó apátridas, pitiyanquis, escuálidos, lacayos del imperio,
burgueses y majunches los mismos que seguimos siendo objetivo de un Estado que
él confeccionó para eso, para la represión, un Estado al más puro estilo
Fascista.
Así pues, sostengo que es un error hacernos eco en este caso de esa tradición popular con la cual se exculpa a los que se van porque ya no están aquí, no debemos pensar que nuestros problemas comenzaron el 14 de abril porque Tibisay dijo lo que muchos sospechábamos y a pesar de eso fuimos a votar. Esto es un plan que viene forjándose en la mente dictatorial de personas que conciben la política como el sometimiento del otro por la vía que sea y que hoy, al verse repudiados por muchísima gente, al ver aflorar sus dilemas internos, al enfrentarse al hecho de la muerte de aquel a quien consideraban su deidad, entonces arremeten de la única forma que saben hacerlo y que siempre lo han hecho, reprimiendo de manera brutal.
Los
ejemplos más sórdidos de esta represión aparecen con los ataques intimidatorios
de policías, militares y grupos de forajidos motorizados a sueldo el propio 14
de abril y en los días subsiguientes, la campaña persecutoria de empelados públicos
y con las amenazas del presidente de la A.N a los diputados y su reflejo en los
consejos legislativos regionales, con la forma abusiva con la que el T.S.J
desestimó el reclamo de la oposición y con el tratamiento grosero que ante
dicho reclamo ha dado el C.N.E. Esto no es más que una continuidad en la forma
como se vienen dando las cosas en el país desde el mismo momento en que Chávez
comenzó a creerse amo y señor de nuestros destinos por obra y gracia de su
golpe fallido y de su delirante sociopatía. Misma historia, solo cambian los
sociópatas.
Illich
Sánchez.
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