jueves, 27 de noviembre de 2014

ESA PEQUEÑA CURIOSIDAD

Alguna vez has mirado el cielo nocturno y abrumado por una belleza que pareció siempre estar ahí, te preguntaste, cuándo, cómo y por qué empezó todo... 

Seguramente te confortó la certeza de que todo comenzó por obra de la deidad en la que siempre has creído. Pero, tal vez una pequeña curiosidad comenzó a crecer en ti, a provocarte más preguntas sobre el universo, sobre la vida, la muerte, sobre cómo convivimos, sobre ti mismo.Esa pequeña curiosidad es ancestral, y ha luchado por crecer en las mentes de hombres y mujeres desde tiempos muy remotos.

Desde que las explicaciones teológicas comenzaron a quedarse cortas, a no alcanzar, a no satisfacer del todo. También desde que el conocimiento práctico revelaba nuevas formas, empleos,  versatilidad.

Pensar se convirtió en una necesidad diaria pero a su vez, en un atentado contra lo establecido, se hizo peligroso pero también, inevitable. La pequeña curiosidad habitó en Heráclito, en Platón, inspiró a Aristóteles, a Hipatia, a Copérnico, a Nietzsche, a Steve Jobs y a tantos otros. En mala hora llevó a Sócrates a enfrentar una taza de veneno. 

Pensar se hizo peligroso, también maravilloso pues esa pequeña curiosidad vive en el arte, en la ciencia, en la búsqueda de un niño que pasa del gateo a su primer andar, errático y en medio de caídas que luego, algún día serán pasos de astronauta. 

Esa pequeña curiosidad vive en ti, es la chispa que entre otras cosas puede desencadenar el pensamiento, la filosofía, pues antes de todo, antes de ser una disciplina consolidada, una materia que aburre a muchos y encanta a otros (a menos, claro) La Filosofía comenzó siendo, no más que una pequeña curiosidad. 


Illich

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