sábado, 9 de abril de 2016

LINCHAR PRIMERO, PEGUNTAR DESPUÉS (Otra forma de ceguera social)

En su obra Ensayo sobre la ceguera, el Premio Nobel José Saramago plantea en esencia la distopía de una sociedad en la que todos comienzan progresivamente a quedarse ciegos. El autor portugués imagina una situación extrema en la que la gente, ante esa trágica eventualidad, lejos de apelar a la razón, a las posibilidades socializadoras y organizativas que han hecho de la humanidad una civilización predominantemente metropolitana, con normas para la convivencia y leyes para la coerción de patrones de conducta disociativos; apela por el contrario a los instintos animales y primarios de la especie, a la supervivencia a costa de lo que sea.
Una vez sin poder mirar, los recientemente ciegos fueron capturados por los que aún podían ver, y de seguido confinados en un manicomio abandonado, el cual no podían dejar, so pena de ser asesinados a tiros por el ejército. Una vez en el recinto, la trama va mostrando, a través de los ojos de una única vidente, quién decide ocultar que conservaba el sentido de la vista, cómo las personas se brutalizan, se agreden, se alimentan, se dominan, se aparean y sodomizan, todo de forma bestial, amparados por la misma ceguera. Cubiertos por el manto de un ocultamiento colectivo, se va mostrando al hombre reducido a bestia, podría decirse en términos de Thomas Hobbes, a lo que realmente es. Un animal.
Lo que entiendo, puedo equivocarme, de lo que nos muestra Saramago en su excelente pieza literaria, es que cuando el ser humano es arrinconado, llevado a condiciones extremas, abandona su condición de “sapiens” y se hace un mamífero más, tan letal como cualquiera, más letal aun, pero a la vez indefenso y frágil, vulnerable ante la naturaleza, ante miembros de su misma especie que lo canibaliza o lo usa según se le permita.
Veo el fenómeno de LOS LINCHAMIENTOS en toda Venezuela y me asaltan de inmediato las espeluznantes descripciones del autor lusitano sobre los hechos de sus personajes anónimos, sobre esas asociaciones precarias de algunos ciegos para robar y violar a los ciegos más inexperientes y débiles. Veo la caverna prehistórica y a un montón de Homo Erectus devorando a otros por la razón que fuere, o la sinrazón de turno. El asombro aumenta cuando uno se percata que ya los linchamientos no asombran a nadie, que son justificados y avalados por cualquiera; filmados y reproducidos por las redes donde reciben cantidades de “LIKES” y comentarios de aprobación “ASÍ ES QUE HAY QUE HACER CON TODOS” “CHORO AGARRADO, CHORO LINCHADO” rezaba una pancarta a la entrada de una urbanización.
Las razones por las cuales se puede explicar este fenómeno pueden resultar bien obvias, tenemos una población asediada por el hampa y un Estado delincuente que se manifiesta de muchísimas formas, enumeremos algunas:
1) EL INCREMENTO DE LOS HECHOS HAMPONILES.
2) LA VIOLENCIA EJERCIDA POR LOS DELINCUENTES EN CONTRA DE SUS VÍCTIMAS.
3) LA CORRUPCIÓN DE UN SISTEMA POLICIAL QUE NEGOCIA CON DELINCUENTES.
4) LA MAFIA PODRIDA QUE ES HOY EL SISTEMA DE JUSTICIA.
5) LA SITUACIÓN CARCELARIA (Discotecas, piscinas, una ministra complaciente, las cárceles convertidas en centros de operación para el delito organizado)
6) LA IMPOTENCIA DE LA CIUDADANÍA ANTE EL DESBORDAMIENTO DELICTIVO.
7) LA APARICIÓN DE UNA ESTRUCTURA ORGANIZATIVA DEL DELITO ENCABEZADA POR LA FIGURA DE “EL PRAN”
Puede que haya muchas más razones por las cuales la gente se ha hartado de esperar la respuesta del Estado ante la situación que le asola, pero unas y otras razones derivan en un único elemento a través del cual se puede explicar el fenómeno y éste es LA IMPUNIDAD, la misma que viene derivada de los anteriormente enumerados factores desencadenantes.
No obstante, todo lo anterior, sigo pensando, no justifica una acción tan repulsiva como la de condenar sumariamente y ejecutar a golpes, con objetos contundentes y quemándolo en plena vía pública a un presunto delincuente. Considero que todo el que lincha se transfigura en asesino, en torturador, cae tan bajo como el malandro.
También es cierto que todo este fenómeno, su desarrollo y crecimiento exponencial es de total y única responsabilidad del régimen que lleva más de 17 años gobernando el país. ¿Por qué no antes? ¿Por qué no se le puede echar la culpa al la Cuarta República, si en éste período de la historia ya la situación carcelaria, policial y judicial daba fehacientes muestras de descomposición y corrupción? Sencillo, una de las banderas de Chávez en su campaña de 1998 era acabar con estos flagelos, erradicarlos del escenario socio político venezolano.
Pues bien, no solo no lo logró, eso salta a la vista. El gobierno Chávez/Maduro se ha servido de la delincuencia, ha socavado la economía a niveles macro y micro, ha empoderado a los maleantes, ha acabado con la educación como forma de promoción social, ha liberalizado la vida en las cárceles, ha permitido que el hampa tome las calles. Todo esto, el gobierno lo ha auspiciado para ser congruente con una terrible interpretación de la tesis de la Lucha de Clases, bajo la errada premisa de que los robos y secuestros ocurrían por un efecto dialéctico de la lucha de pobres contra ricos. Tamaña equivocación o acierto según se le vea, en lo personal estoy convencido de que el país está tal y como los viles Chávez, Maduro y sus secuaces lo han querido.
Estamos viviendo en la Venezuela que Chávez soñó, con un pueblo hambriento, miserable, arrastrado, una clase media en plena retirada, un empresariado quebrado, una ausencia total de lógica moral, social y cívica, donde las ciudades y pueblos son disputadas entre los sátrapas que gobiernan y los pranes que mandan, todos juntos en contra de la población.
Dado el panorama en el que nos desenvolvemos, qué tiene de extraño que en el escenario de la caótica ceguera que nos arropa muchos clamen por linchar a un delincuente, qué tiene de extraño que se haga linchar a algún inocente como ya ha ocurrido, qué tiene que extraño que la policía llegue a destiempo para no tener que meterse en la venganza de la gente en contra de un posible maleante, nada tiene de extraño que al leer esto alguien piense que yo siento empatía por los ladrones, que les defiendo. Alguien comentará que digo todo esto porque no me han robado. Bueno, no me han robado HOY todavía, pero no se trata de que tú o yo odiemos o no odiemos a los delincuentes, se trata de que estamos desarrollando una práctica sumamente dañina, muy peligrosa, de posibilidades incendiarias.
Lo cierto es que como sociedad, los venezolanos estamos siendo reducidos a los más primitivos y soeces instintos. andamos en la calle en medio de una paranoia completamente justificada porque estamos en constante peligro de ser asaltados, secuestrados (Incluso y más, aquellos que no son ricos) Desconfiamos de una policía corrupta, sobornable, que constantemente echa mano de prácticas ilegales, tememos incluso en nuestros hogares, tememos a los cuerpos de investigación, tememos de nuestros propios vecinos. En ese estado de nervios, de miedo y desconfianza no es extraño que la rabia se desborde sobre un delincuente, sobre un posible delincuente, sobre uno que incluso lo parezca, o sobre quien nos digan que lo es, aunque no lo sea.
¿Qué hacer para que esto cambie? Lo primero es cambiar el gobierno, y tal vez eso sea lo más sencillo, aun sin serlo. Después, de forma obligatoria habría que adecentar toda la trama institucional del Estado, cuerpos policiales, Sistema Judicial, Sistema Penitenciario, invertir en educación, crear empleo, reactivar la economía. Todo esto para que ser malandro no sea tan rentable, sencillo y atractivo, y para que quienes se encarguen de los delincuentes, lo hagan de veras y no sea todo parte del mismo círculo de vicios que ha generado la respuesta de linchar como una alternativa estimable en cualquiera de los casos.
Illich.

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