jueves, 2 de junio de 2016

EL MITO DE LA MILANESA ETERNA



Anoche, por primera vez en la historia de mi mundo onírico, soñé que estaba comprando pollo. Le decía al dependiente del negocio en el que me encontraba que picara muy delgadas las milanesas, mientras yo contaba uno tras otro unos billetes arrugados a ver si me alcanzaba para pagar.


Uno debería estar soñando con la mujer que le gusta, con las cosas que quiere, sus metas o con sus temores arraigados de la infancia. De vivir en un lugar normal, nuestros sueños estarían inspirados en aquellos miedos y anhelos normales, de gente normal, en un país normal, transitando la noche por lugares más coherentes como, por ejemplo,en el caso de alguien fantasioso como yo, presenciar una invasión extraterrestre, que una abuela muerta hace años se me aparezca con una taza de  dulce de leche en las manos o que tengo un tórrido romance con Scarlett Johansson o verme pasear en un súper yate por las islas del Mediterráneo acompañado por las doce semifinalistas del Miss Universo.


Sueños normales, de gente normal, en un país normal… Como soñar con que me gano el Novel o que soy llevado al Hades y atravesando el río Estigia me cruzo con las barcas de algunos conocidos…


Aquí no, en este lugar insólito en el que habitamos, lo normal es que nuestros sueños proyecten las situaciones insólitas que se nos han cotidianizado. No  hay que ser psicoanalista para concluir que en nuestro mundo onírico colapsan los eventos de nuestra realidad concreta, nos aparecen en sueños las miserias que vivimos, en forma de quimeras y en clave de terror.


No llego tarde a este tipo de sueños retorcidos, ya había soñado que a mi o a las personas que amo nos asesinaba algún malandro, me había soñado guarimbeando, tumbando a Maduro (ese es un sueño recurrente), me había soñado en el desierto, sudando copiosamente y al despertar me percataba que se había ido la luz; también, en una cola interminable que llegaba hasta el Cono Sur, hasta la Patagonia.


Incluso, había soñado que tenía mi propio gallinero vertical y que de pronto las gallinas habían tornado en un color verde militar, comenzaban a cacarear consignas del PSUV y se escapaban de aquella jaula erguida para matarme con sus militantes picos rojos.


Tengo un catálogo de sueños relacionados con todas las paranoias que vivimos en Aleuzenev, en éste también se incluyen sueños de invasiones, expropiaciones, contagios de virus por zancudos mutantes, asaltos, que los presos se escapan de las cárceles, entre tantos otros. Sueños que de hecho, sin que los queramos se nos han hecho una sólida realidad que nos da mazazos todos los días.


No obstante, no había soñado que salivaba como un perro pavloviano frente al mostrador mientras un sujeto fileteaba una jugosa y fresca pechuga de pollo; yo contaba el dinero rogando me alcanzara, al tiempo que pedía, lo picaran lo más delgado posible para que me pudiera alcanzar por toda la vida, y así comer todos los días hasta la eternidad, como si se tratara del más chimbo de los mitos griegos, el arquetipo del cuerno de la abundancia tal vez, a éste lo llamaría La Milanesa Eterna.


Pero obviamente, así no desenlazan las cosas en la realidad. En la “vida real”, funesta y anormal que nos está tocando vivir, ninguna milanesa es eterna, ninguna provisión es perenne y ninguna cola será la última mientras que el surtidor de los sueños y las pesadillas que es el GOBIERNO de MADURO y sus secuaces siga en el poder. Mientras ellos sigan allí, nuestros sueños seguirán signados por el anhelo de cosas que otrora fueron parte de nuestra vida diaria, nuestras pesadillas seguirán siendo inspiradas por el miedo al hampa, la represión, al psicoterror sistematizado que gente malvada como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez vierten sobre la población como un lodo de oscuridad que todo lo tapia.


Soñar con que se van, soñar con que ya no están, ha de convertirse en el sueño colectivo que nos lleve a una realidad concreta e incontrovertible: El tener un país liberado de esta dictadura asesina y hambreadora, la misma que nos tiene soñando con comida como si esto fuera digno de ser un anhelo de vida.


¡FUERA NICOLÁS!


Illich.

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