Terminaron los Juegos Olímpicos #Rio2016, para mi, unos de los más interesantes y emotivos de todos los que puedo recordar. Pero claro, puedo estar afectado por el presentismo y como cosa común, sentir que lo más inmediato en mi memoria es lo que, por tener más fresca la información, me genera más posibilidades para contrastar detalles y dictaminar que éstos han sido unos mejores Juegos que los anteriores.
No obstante, comparar estas cosas también tiene su dejo de absurdidad, todos los Juegos traen consigo sus claros y sus oscuros; los recientemente culminados no escapan a las contradicciones o a las polémicas. Tampoco les faltaron hazañas o proezas de tipos ya míticos como Phelps o Bolt. O las historias de atletas que pese a las condiciones adversas de sus países se sobreponen y triunfan o participan sin apoyo de sus gobiernos y sin las condiciones que la alta competencia precisa para hacer de un joven con talento un atleta competitivo y triunfador.
De esto último quiero hablar, de las etiquetas “Generación de Oro” y “País Potencia”, es decir, otra de las burlas y las vaciedades que nuestro gobierno intenta llenar con propaganda, una propaganda barata que nos sale muy cara a todos.
Desde 1998, año en que tomó el poder aquel cadáver que se las daba de jugador de béisbol hasta hoy, han transcurrido CINCO Juegos Olímpicos, en todos esos juegos nuestras delegaciones no han sumado ni DIEZ medallas aglutinando los tres metales. En la última cita olímpica, Venezuela quedó de número #75, por debajo de Colombia, Argentina, Puerto Rico, y obviamente a cientos kilómetros planos de las verdaderas POTENCIAS DEL DEPORTE.
¿No que éramos potencia? Antes de que el lector (sobretodo el lector chavista, si es que leen) me acuse nuevamente de alienado, apátrida y de que esto es una carga contra nuestros atletas, debo destacar que casi cada atleta venezolano que llega a Las Olimpiadas es en sí un heroe que se ha sobrepuesto a cientos de problemas, entre los que se cuenta el económico, la falta de implementos, de entrenadores adecuados, incluso de alimentación, pues si viven en el país, ya podemos imaginar a muchos jóvenes atletas teniendo que restar horas a su entrenamiento para hacer colas, para trabajar, para sobrevivir.
Si es que el atleta se ha ubicado en un nivel competitivo tan alto como para que el gobierno no pueda evitar financiarle su carrera deportiva en el exterior, entonces a éstos se les exige que declaren su agradecimiento prosternado al imbécil que es presidente o al ladrón vicepresidente, al muerto, en fin, a la revolución.
Pero ¿qué pasa con el deporte de base, las escuelas deportivas para los niños, la gratuidad del acceso a éste? No hay ni canchas, las que hay están malas, las piscinas no sirven, los gimnasios funcionan a medias, a veces ni eso. Lo digo por la ciudad en que vivo, Maracay. Pásese por el parque Santos Michelena, cerrado por remodelación por segunda vez en cuatro años, si lo habían arreglado hace tan poco por qué remodelarlo de nuevo ¿será porque todos los materiales que usaron eran de pésima calidad? ¿será que es otra lavadora de dólares? Visite el Polideportivo Las Delicias, qué tal si le digo que el Nado Sincronizado no tiene piscina donde entrenar, que los atletas de natación deben entrenar en clubes privados. ¿Y qué pasó con la remodelación del Estadio Hermanos Ghersi? ¿y la culminación del estadio cuyas ruinas previas se ven desde la avenida Los Aviadores?
Hago este inventario de “instalaciones chatarra” porque esa es una de las causas de que nuestros deportistas o fracasen en las citas de alta competencia o de que nuestros chamos no tengan donde descubrir y desarrollar sus habilidades, habilidades que a mediano y largo plazo redundarían en un éxito deportivo apreciable y medible en triunfos individuales y colectivos para el país.
Qué hablar de la esgrimista que se montó los ojos del difunto en su pecho, o del agrandado, ex gloria del mismo deporte que luego de perder las elecciones de la Asamblea Nacional fue a Río a “participar”. Los miro como veo a los enchufados, vividores de la renta de un gobierno ladrón que si bien lograron un sitial deportivo importante, ya no lo justifican pero siguen chupando de las prebendas de haberse arrodillado y hacerse "estrellas" de la propaganda oficial.
Cada vez que un muchacho venezolano se gana el puesto en una selección para viajar a algún lugar, lo primero que recibe la familia es una carta pidiéndole una “colaboración” para ayudar a costear el viaje, a pagar los gastos, si no la dan, el chamo se queda. Pero, cuando se acerca la competencia, con la delegación viajan de gratis el doble de las personas que suman atletas y entrenadores ¿y quiénes son éstos? Adivinen, enchufados de todo tipo, esposas, amantes, hijos, ahijados, hasta narc...sobrinos que aprovechan la cola para visitar de gratis otro país. ¡Nieguen eso!
Por estos motivos, y porque tenemos ya una generación de chamos malnutridos cosa que impacta directamente en el crecimiento, la talla, la fibra muscular, los reflejos y la cognición, porque un par de zapatos deportivos cuesta no menos de 100 mil BsF, porque la inseguridad hace de las canchas y parques lugares hostiles, porque los chamos que deberían estar entrenando cualquier deporte están limpiando parabrisas en los semáforos o tentados a ser malandros o buscando comida en la basura.
Por todo lo antes dicho y más, es que no hay ninguna maldita Generación de Oro, ningún País Potencia, se trata solo un muy pequeño número de privilegiados o de heroicos jóvenes que igual la pagan teniendo que aceptar los apapachos del insulso ese que ni sabe quién es quien. Que cree que el Lanzamiento de Jabalina trata de “agarrar una cochina hembra del sexo femenino y femenina, verdaaa, y tirarla bien lejos y lejas para allá, verdaaa”
Illich
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