jueves, 23 de febrero de 2012

¿Dónde vas con tus historias?




Tras los rastros de una vida cada vez más disipada, aquel que solía contarme las historias, casi yace, tendido en su hamaca mirando un horizonte de grises, quién sabe si aguardando o temiendo el momento en que se cierren las persianas, o tal vez sin saber ya lo que le ocurre a sus sentidos. Porque es posible que hasta los sentidos se le hayan arrugado, y ahí donde unos vivaces ojos claros acompañaban expresiones de admiración que sazonaban las historias que me narró, ahora se cierne el velo taciturno de un letargo sin garantías, sin opciones, sin mañana.


Me empezó a gustar la historia porque la recibí de su voz, aquellos relatos extraídos de lo que luego supe era Lanzas Coloradas de Uslar Pietri y Venezuela Heroica de Eduardo Blanco, entre otros. Una épica histórica con guerreros cuasi homéricos que después aprendí a criticar pero que venidos de sus cuentos, de los libros que él solía leer por la tarde en aquel patio, en el chinchorro que colgaba entre los troncos de los árboles de mango y de mamón, me sonaban a superhéroes, a un facsímil en narración oral de las comiquitas y series que me sentaba a ver a las 4 de la tarde, Mazinger Z, Fuerza G y El Zorro, Batman...


Narraba las batallas de San Mateo y Carabobo, con una precisión que sólo alcancé a asimilar años después, aludía a las proezas de Páez y el sacrificio de Ricaurte, como si  contara sobre hechos de su vida. Luego, cuando me sentaba a ver televisión, se mezclaban unas aventuras con otras, y se añadía color e imagen a los héroes y villanos en mi mente.


De noche, le pedía me siguiera contando historias, entonces hablaba de Julio César y Cleopatra o de Ben-Hur  y El Planeta de los Simios con Charlton Heston, de la Billo´s Caracas Boys, también sobre Cantinflas y sobre él mismo, de aquel día del "hit" que bateó en un partido de beisbol allá en el lejano San Fernando, de las peleas de “los de arriba” contra “los de abajo” o la casi inverosimil historia que versaba de cuando era   muchacho e iba al ver el cine mudo con un medio (0,25 céntimos de Bolívar) se coleaba para no pagar la entrada, pues la minúscula monedita estaba destinada para comprar un vaso de chicha y una conserva al salir la función.


Un día, hurgando en la biblioteca de su cuarto conocí a Francisco Herrera Luque, me encontré con un Bolívar desmitificado y con un Boves muy interesante, por alguna razón cuando era más pequeño y no sabía leer yo aun, las historias me las contaba de las primeras fuentes, con buenos contra malos y con final feliz, como en las comiquitas.


A veces estaba callado, regañón, o como me decían “con el moño torcío”, “mejor no lo jurungues mijo” pero no hacía caso y me iba tras de él y mientras barría el patio y yo hacía que le ayudaba, le buscaba la lengua para que me narrara alguna aventura, entonces se ponía a hablar de política, de los tiempos de la dictadura, del General Gómez que le decían el bagre, o de Pérez Jiménez que se escapó en un avión al que llamaban “La Vaca Sagrada”, obviamente yo me imaginaba un avión pintado de manchas blanco y negro como una Vaca Holstein. Mientras, él seguía su cháchara, “al que se metía con el gobierno lo jodían”, “la carretera de Ocumare la hicieron con sangre” ahí si tenía que preguntar cómo era eso y él se explayaba en explicaciones, “los adecos fueron buenos hasta que empezaron a mandar, yo era adeco pero callaito, porque jum, tu sabes, uno no podía andar con mucha reunión ni mucha cosa”



“Yo le di la mano a César Girón y a Dominguín” solía decir, cuando camino por Maracay, esos cuentos me asaltan por doquier, cuando veo la Maestranza, aunque no me gusta y no comparto nada de la tauromaquia, recuerdo aquella frase. Un día, al fin conocí a La Vaca Sagrada en un museo, comencé a reírme solo imaginándome las manchas regadas desordenadamente por todo el fuselaje del aparato.


Varias veces me llevó al zoológico, y cada vez que íbamos salía refunfuñando por el mal estado en que se encontraba el parque, ahí volvía a hablar del General Gómez y de los hombres a los que guindaban por las “bolas”, también me contaba sobre un Oso Polar “una vez a éstos, se les ocurrió traer a un oso polar, en esa jaula lo pusieron, y le tiraron tres panelas de hielo al lado, pobre animal! No duró ni tres días, cómo se les ocurre con este calor que hace aquí” de veras es increíble, a quién se le pudo ocurrir la locura de traer un oso polar…


Hasta hace poco todavía conversaba, se incorporaba en el chinchorro y fluía sobre el tema de conversación, y si es de política mejor, se apasiona, con Chávez es particularmente implacable, aunque como el setenta y tanto por ciento de los venezolanos, aunque luego lo nieguen, votó por él en el 98, no se le puede culpar, los años de golpes de estado y fraguas en contra de un sistema cada vez más ineficiente llevaron a muchos a creer que ahí había una posibilidad de cambio. Muchas veces le oí decir “si yo fuera presidente! Por un solo día, mandaría meter preso a to’ esa cuerda e’ bandidos que tienen al país en la ruina” supongo que muchos hemos pensado eso, el problema está que los que han llegado dejan de pensarlo.

 
Algunas veces hablaba sobre el Río Apure, sobre Los esteros, las corocoras y mezclaba el paisaje visto con el leído en Cantaclaro y Doña Bárbara “el Dr. Gallegos era un gran hombre y no lo dejaron mandar, igual que  como mataron a Delgado Chalbaud, cómo ha habido traidores y forajidos en este país”, se ponía refranero, “donde ronca tigre no hay burro con reumatismo” cuando no le entendía, le solicitaba entonces, pero cuéntame sobre animales “el tejón es más chiquito que el puma y sin embargo, lo envanina” y por qué “porque es más inteligente mijo!”

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