Mi-radas intenta mostrar una perspectiva de ciertas cosas que nos suceden en estos inmensos y a la vez claustrofóbicos espacios urbanos en lo contemporáneo. Illich Sánchez-tt: @illichsf
miércoles, 2 de noviembre de 2016
NICOLÁS EL "QUÉ"
“Sádico” es el adjetivo que comúnmente usamos para nombrar a alguien que viola y que además de violar, disfruta de hacerlo. Ese goce por la subversión de la voluntad del otro, por despojarlo física y moralmente de algo, por penetrarle sexual o simbólicamente con violencia, sin permiso. Es la actitud patológica que también se ha visto a lo largo de la historia en no pocos sujetos que embebidos de poder han mancillado poblaciones enteras a fin de afirmarse como los hegemones totales, como los autoproclamados mesías o incluso como los motorizadores de la historia y el progreso.
Al Marqués de Sade le debemos la popularización del adjetivo del que es epónimo. ¿Y quién fue éste? Pues, un aristócrata francés que vivió entre los años 1740 y 1814, quien con su escritura cargada de polémica intentó una “antifilosofía”, una propuesta anti moral donde el dolor, la sodomización y los placeres escatológicos desvelaran el verdadero rostro de la sociedad en la que vivió. Los personajes de Sade se regodeaban entre la mierda mientras llevaban hasta el límite de lo aguantable las fantasías eróticas de quienes le leían a hurtadillas en una frontera borrosa trazada entre lo orgásmico y lo vomitivo.
Sádicos han sido otros personajes de la historia, uno de estos tantos es Vlad Tepes (1431-1476), el propio inspirador de la famosa novela Drácula de Bram Stoker de 1897. La relación del Príncipe de Valaquia con el vampiro más famoso de la literatura, deviene de la costumbre del primero de empalar (clavar en estacas) a sus enemigos capturados aun con vida y hacer con éstos una línea de crucificados en las afueras de las murallas de su ciudad. Las leyendas locales rezaban que Vlad “El Empalador" se bebía la sangre de sus víctimas, de ahí la relación vampírica que inspiró a Stoker, de igual forma se aseveraba que bailaba mientras éstos morían desgarrados entre gritos inmensos de dolor.
Otro famoso sádico es el gran ordenador del Estado ruso, el primer Zar, fundador por ende del Zarato y organizador del código legal que por siglos rigió a esa sociedad. Iván IV de Rusia, mejor conocido como Iván El Terrible (1530-1584) quien además de toda su actividad de regencia y ordenamiento político fue un conquistador barbárico, aniquilador de pueblos a los cuales arrasaba, incendiaba y reducía a polvo cuando se le oponían. Cuando se le rendían, el trato no era nada magnánimo, en ese caso los explotaba y menguaba lentamente a fin de llenar sus arcas imperiales.
Mucho más acá en la línea de tiempo, se me ocurre comentar sobre José Tomás Boves, nativo de Asturias, militar de la causa realista en la Guerra de Independencia local, quien nace en 1782, un año antes de Bolívar, y muere en 1814, mismo año en que muere Sade (juzgue usted las coincidencias. Lo digo por Sade, ojo) A Boves lo dibuja la historiografía oficial como un sátrapa quien se enriquece en los llanos del Guárico y que luego se lanza con sus huestes a destruir la Segunda República (Herrera Luque da razones para su odio y responsabiliza a los patriotas de la furia del asturiano). De Boves se hizo famosa la rutina del Vals “El Piquirico” cuyas notas eran la clave para comenzar sendas orgías de violación y sangre, mientras el caudillo danzaba y se embriagaba viendo morir degollados a sus prisioneros, generalmente pertenecientes al mantuanaje de los pueblos y ciudades que iba conquistando mientras provocaba la estampida que los historiadores llaman La Migración a Oriente.
Es llamativo que estos connotados sádicos de la historia tuviesen predilección el gusto por el baile.
La semana pasada, como una muestra más de la violencia que está destripando nuestra sociedad, el mundo vio a través de un video captado por cámaras de seguridad, cómo cinco agentes de la policía golpearon brutalmente a una señora, ese no fue el único caso de esa jornada. En Venezuela, escenas como esa ya no asombran, son repetitivas. Parte de la rutina social normalizada en nuestro país hoy, es el que los cuerpos de seguridad del Estado estén prestos a golpear manifestantes, maltratar mujeres, asesinar jóvenes, arrollar ancianos, torturar presos políticos, extorsionar, hacer de sicarios, amedrentar, amenazar.
Menos de una semana después de los sucesos donde no solo esa señora fue pisoteada en su cuerpo y dignidad, sino que también lo fueron cientos de manifestantes en el país, los cuales también fueron puestos presos e imputados de cargos inexistentes, hoy siguen algunos privados de su derecho a la libertad plena. Insisto, menos de una semana después, el Presidente, baila por televisión.
El jefe de todos los agentes agresores y violadores de derechos humanos de cada manifestante brutalizado por el simple hecho de expresar su descontento social y político. El presidente baila salsa, lo disfruta, lo goza. ¡Viola y goza bailando! ¿Cómo Vlad, Iván y Boves? De ellos me lo dice la historia y la historia a veces se tergiversa, se borronea en el tiempo, a Nicolás lo vi por televisión. Nicolás el “qué”
El Sádico, porque viola y lo disfruta… Disfruta el hambre, ve las colas por comida y baila, disfruta la tortura, la mengua y las enfermedades. Él baila. El sádico, mientras llena sus arcas, embebido en su fragmento de poder, en sus intenciones represoras, en su mesa redonda de otros sádicos que se cambian pareja y se contonean al ritmo de los quejidos sordos del dolor de los demás.
illich.
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