lunes, 10 de marzo de 2014

Maracay, lunes 10M.


 
Hoy, lunes 10 de marzo de 2014, a casi un mes del inicio de las protestas en contra del gobierno de Cabello, Maduro y sus secuaces. Más de dos decenas de venezolanos muertos a manos de los cuerpos represivos del Estado y de sus aliados paramilitares, centenares de heridos, presos y torturados, poblaciones asediadas, atemorizadas y asaltadas de forma impune, en un despliegue inconcebible de brutalidad. Hoy, al pasar por una calle de mi ciudad a las 6:25am vi una cola de gente esperando la llegada de un camión de gas de uso doméstico.

Cuánto más tiene que pasar para que gran parte de nuestra población reaccione y enfrente la desoladora condición en la cual este régimen nos ha sumido a todos. Por qué aun amplios sectores de nuestra sociedad parecen esquivar la mirada ante la crueldad sistematizada de un régimen que por un lado reprime con violencia desmedida a ese sector que le protesta, pero por el otro, asfixia económicamente a la amplísima sección de la sociedad cuya condición de vida es la más depauperada.

Una de las múltiples razones de esta inacción puede residir en la dependencia que el régimen ha ido forjando con los años, primeramente adueñándose de todas las instituciones y luego destruyendo todo el aparato productivo del país. Aun así, cuesta creer que a estas alturas se vea gente con la pasmosa tranquilidad que muestran mientras, sentados en el suelo o en banquitos improvisados, esperan bajo el sol que llegue el camión del gas, lo mismo ocurre con todos los productos de la dieta básica.

Los sectores populares son sin duda aquellos en los cuales el gobierno invierte más en publicidad. Una impresionante parafernalia comunicacional que explota lo afectivo, va a los sentimientos e intenta, lamentablemente, con éxito que la gente crea que la revolución trabaja para su felicidad. Al tiempo que este mismo empeño comunicacional procura culpar de todo lo que sale mal, que es todo,  a factores externos tales como los reiterados intereses de los Estados Unidos, la burguesía, los gobiernos adversos, entre otros, en sabotear los “nobles” esfuerzos del gobierno por cumplir con sus labores.

No quiero con esto justificar la pasividad de tanta gente, intento entender el por qué de ésta. En este momento coyuntural se han vivido fenómenos que rompen la continuidad del devenir de la lucha social en Venezuela. Por un lado, es evidente que se han sumado muchas personas al repudio de las acciones  y políticas del gobierno, bien sea de forma activa en la calle o con un público desmarque de la línea gubernamental. El otro fenómeno importante es la carencia de apoyo espontaneo al presidente Maduro y su pléyade de corruptos. El gobierno se ha visto obligado a hacer uso de la tarifa, del pago por lealtad, con mucha más propensión que en otras oportunidades.

Es un hecho que en los sectores populares el gobierno ha perdido apoyo, en no pocas barriadas del país incluso se les ha protestado y en otras, el sentimiento de reclamo pareciera crecer, pero aun falta para que éste sentir se convierta en acciones. En el barrio se infunde miedo, los paramilitares se mantienen amenazantes, muestran sus armas  y se apoyan en delatores para ir a tocar la puerta de quienes se asumen contrarios y amenazarles con atrocidades tales como incendiarles las casas.

Sin embargo, por más paramilitares que pueda haber en una barriada, éstos empuñando sus armas despóticas, no son la mayoría en el barrio y en algún momento no van a poder contener a la gente que no consigue comida, no le alcanza el dinero y sufre tanto como cualquiera, incluso más, los desgracias que les causa el gobierno. La última de estas calamidades se expresa en  anunciado ayer por  Maduro, una tarjeta de racionamiento, como en Cuba, como en los guetos judíos de la Europa de Hitler, como en los campos de refugiados de Siria, Somalia y Uganda. Como en Haití!

Hasta allá nos ha llevado el Socialismo del siglo XXI, hasta la pérdida de todas nuestras seguridades, a que la vida valga lo que se le ocurra a un asesino con o sin uniforme, a no saber qué o cuando comeremos, a no contar con que haya luz, agua, aseo, medicinas, salud, paz!

Que siga la protesta, que despierten los inertes!

Illich Sánchez

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