Hoy,
lunes 10 de marzo de 2014, a casi un mes del inicio de las protestas en contra
del gobierno de Cabello, Maduro y sus secuaces. Más de dos decenas de
venezolanos muertos a manos de los cuerpos represivos del Estado y de sus
aliados paramilitares, centenares de heridos, presos y torturados, poblaciones
asediadas, atemorizadas y asaltadas de forma impune, en un despliegue
inconcebible de brutalidad. Hoy, al pasar por una calle de mi ciudad a las
6:25am vi una cola de gente esperando la llegada de un camión de gas de uso
doméstico.
Cuánto
más tiene que pasar para que gran parte de nuestra población reaccione y
enfrente la desoladora condición en la cual este régimen nos ha sumido a todos.
Por qué aun amplios sectores de nuestra sociedad parecen esquivar la mirada
ante la crueldad sistematizada de un régimen que por un lado reprime con
violencia desmedida a ese sector que le protesta, pero por el otro, asfixia
económicamente a la amplísima sección de la sociedad cuya condición de vida es
la más depauperada.
Una
de las múltiples razones de esta inacción puede residir en la dependencia que
el régimen ha ido forjando con los años, primeramente adueñándose de todas las
instituciones y luego destruyendo todo el aparato productivo del país. Aun así,
cuesta creer que a estas alturas se vea gente con la pasmosa tranquilidad que
muestran mientras, sentados en el suelo o en banquitos improvisados, esperan
bajo el sol que llegue el camión del gas, lo mismo ocurre con todos los
productos de la dieta básica.
Los
sectores populares son sin duda aquellos en los cuales el gobierno invierte más
en publicidad. Una impresionante parafernalia comunicacional que explota lo
afectivo, va a los sentimientos e intenta, lamentablemente, con éxito que la
gente crea que la revolución trabaja para su felicidad. Al tiempo que este mismo
empeño comunicacional procura culpar de todo lo que sale mal, que es todo, a factores externos tales como los reiterados
intereses de los Estados Unidos, la burguesía, los gobiernos adversos, entre
otros, en sabotear los “nobles” esfuerzos del gobierno por cumplir con sus
labores.
No
quiero con esto justificar la pasividad de tanta gente, intento entender el por
qué de ésta. En este momento coyuntural se han vivido fenómenos que rompen la
continuidad del devenir de la lucha social en Venezuela. Por un lado, es
evidente que se han sumado muchas personas al repudio de las acciones y políticas del gobierno, bien sea de forma activa
en la calle o con un público desmarque de la línea gubernamental. El otro
fenómeno importante es la carencia de apoyo espontaneo al presidente Maduro y
su pléyade de corruptos. El gobierno se ha visto obligado a hacer uso de la
tarifa, del pago por lealtad, con mucha más propensión que en otras
oportunidades.
Es
un hecho que en los sectores populares el gobierno ha perdido apoyo, en no
pocas barriadas del país incluso se les ha protestado y en otras, el
sentimiento de reclamo pareciera crecer, pero aun falta para que éste sentir se
convierta en acciones. En el barrio se infunde miedo, los paramilitares se mantienen
amenazantes, muestran sus armas y se
apoyan en delatores para ir a tocar la puerta de quienes se asumen contrarios y
amenazarles con atrocidades tales como incendiarles las casas.
Sin
embargo, por más paramilitares que pueda haber en una barriada, éstos empuñando
sus armas despóticas, no son la mayoría en el barrio y en algún momento no van
a poder contener a la gente que no consigue comida, no le alcanza el dinero y
sufre tanto como cualquiera, incluso más, los desgracias que les causa el
gobierno. La última de estas calamidades se expresa en anunciado ayer por Maduro, una tarjeta de racionamiento, como en
Cuba, como en los guetos judíos de la Europa de Hitler, como en los campos de
refugiados de Siria, Somalia y Uganda. Como en Haití!
Hasta
allá nos ha llevado el Socialismo del siglo XXI, hasta la pérdida de todas nuestras
seguridades, a que la vida valga lo que se le ocurra a un asesino con o sin
uniforme, a no saber qué o cuando comeremos, a no contar con que haya luz,
agua, aseo, medicinas, salud, paz!
Que
siga la protesta, que despierten los inertes!
Illich
Sánchez
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