Las mismas consignas con las que antes se protestaba ahora se gritan en una verbena entre cervezas, canciones de Alí Primera y reggeaeton. Podría decirse que al final todo cambió y que hoy se vive el júbilo porque la justicia, la equidad y la paz se han extendido por el país, que la gente que asiste al jolgorio en la plaza cuenta con hospitales y escuelas que darían envidia en el primer mundo, podría decirse que quienes ahora se embriagan en la juerga caminarán seguros rumbo a casa cuando acabe el festín.
Nada de eso se puede decir sin rayar en el más absoluto descaro, decir eso es decir mentiras, aunque hoy la mentira sea moneda de intercambio y su valor supere con creces al de la moneda “fuerte”
Sin embargo, la gente baila, celebra… Paradójicamente hoy deberían estar un tanto tristes, y es que un día como hoy presuntamente se les murió el líder, el padre, la deidad. Pero ocurre lo contrario, lo mismo que siempre pasa con los duelos impuestos, donde las plañideras a sueldo se emborrachan y aúllan ridículos y lastimeros gritos sobreactuados, previamente ensayados en el ministerio de propaganda. Los duelos impuestos siempre terminan en la embriaguez, en el bacanal.
¿Y luego de la fiesta?
Marcharán con sus pasos trémulos a incubar la jaqueca de mañana, a levantarse a su otro amanecer de desempleados públicos, a buscar su puesto en la cola del “alka seltzer” a seguir creyendo en las mentiras de las consignas y los discursos de sus amados estafadores, el difunto y los que lo heredaron.
Mañana se encontrarán de nuevo frente a la cerámica cuarteada de los hospitales, mal llenando planillas para una casa, para un futuro; Planillas que serán devueltas una y otra vez, con una y otra excusa dichas por uno u otro funcionario vestido del rojo Hilfiger de la revolución.
Illich.
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