martes, 4 de julio de 2017

NICOLÁS: SU GULAG TROPICAL, SU PROPIA SIBERIA


Auswitch, Treblinka, los Gulags soviéticos, Guantánamo, Abu Ghraib, El Castillo de Montjuic, La Rotunda, El Cuartel San Carlos son algunos de los lugares con los que distintos regímenes de la historia han contado para castigar a la disidencia; son cárceles y campos de concentración y exterminio. No importa que el criterio para enviar gente allí haya sido la persecución étnica, el terrorismo fundamentalista o la disidencia política.Tampoco importa que alguno de estos regímenes sea considerado hoy en día el adalid de la democracia, o que alguno de los tiranos que los erigieron y usaron siga teniendo su buena legión de fans.

A todos estos lugares se les ha tenido y tiene obviamente para castigar, aislar y subsumir a quienes envían allí, para que la distancia geográfica ahogue los gritos de los condenados. Asimismo, se les usa con la intención de infundir miedo en quienes no están allí, porque a estos antros simplemente se va a sufrir, y también, a morir.

Faltaba algo así al régimen que opera en Venezuela, una cárcel emblemática donde enviar estudiantes, presos de consciencia, luchadores de una resistencia que les ha venido ganando las calles a pesar de su perversa fuerza represiva, a pesar de todas las tácticas de miedo que implementan, de todos los asesinatos que perpetran, y las torturas, y los asedios.

Ahora envían estudiantes a El Dorado, su Gulag Tropical. Un sitio que en el imaginario colectivo de los venezolanos está asociado a los peores sufrimientos, al apartamiento total, al exilio social como castigo, al olvido.

Hoy 4 de julio de 2017, valiéndose de arbitrariedades que resultan inenarrables, el régimen de Nicolás Maduro y sus secuaces de lo que llaman la "justicia militar" privó de libertad a 27 estudiantes, a quienes antes habían secuestrado dentro de un recinto universitario (Les importó un rábano la AUTONOMÍA UNIVERSITARIA), a quienes torturaron, ultrajaron, sometieron a un proceso viciado y luego, para la aplicación a rajatabla de la receta de maldad de cada sistema opresor de la historia, los trasladaron en medio de un despliegue de fuerza que incluía tanquetas, contingentes de efectivos, motorizados, patrullas, y gendarmes de a pié. Unos iban a parar a la cárcel 26 de Julio en San Juan de los Morros, otros a El Dorado, a las mujeres les dieron casa por cárcel, obviamente porque ya los maltratos físicos y morales eran más que evidentes.

Los esbirros judiciales del régimen desoyeron los argumentos de los abogados defensores, los esbirros uniformados lanzaron gases lacrimógenos a los familiares desesperados, cada cuerpo hizo su trabajo maldito en contra, no de delincuentes comunes, a esos los respetan, les tratan con “bondad revolucionaria” toda esa maldad fue vomitada sobre ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS. Más trofeos de una cacería humana, para que en la próxima Cadena Nacional el Stalin de Cúcuta, el Saddam de Miraflores baile y se burle, mientras los narco aviones y buques siguen llegando a los puertos del mundo y la O.N.U fija la fecha para el año 2089 de un debate con el fin de precisar con exactitud en dónde es que queda Venezuela.

Muchachos, la lucha por un país mejor sigue, pronto los tendremos libres.

Illich

jueves, 4 de mayo de 2017

LA SIEMBRA DE CHÁVEZ

Cuando dicen que Chávez "tenía bolas" aduciendo a que era valiente, pienso en imágenes como ésta, un par de granadas lacrimógenas lanzadas dentro de una Universidad.

Tenía el guáramo de comportarse como un abusivo encumbrado en un poder que le permitía comprar conciencias con una petrochequera que creyó infinita. Tenía la "valentía" de montar un super aparato represivo, blindado con Poderes Públicos acólitos a él. Tenía las "bolas" que se tiene que tener para golpear mujeres, perseguir estudiantes y cerrar medios de comunicación.

La siembra de Chávez es una cultura de la rapiña, del saqueo, del ¡EXPRÓPIESE! Porque a él le daba la gana ya que él, en su inmensa megalomanía, se creía el Estado y la voz y mano del pueblo.

La siembra de Chávez es una de surcos en la tierra para enterrar venezolanos, la de cruces y morgues abarrotadas, la de comedores de basura, la de epidemias. Sembró la persecución, la tortura y la humillación. Nos sembró de exilios, de ausencias y de miedos. Sembró esbirros pagados con placas y con motos, de uniforme y sin ellos.

Chávez sembró la tierra de Venezuela con pranes, dejó sembrado un monstruo llamado Nicolás Maduro y a una corte de asesinos que se han hecho millonarios con el hambre y la mengua de millones.

CHÁVEZ FUE LA SEPA DE UNA PLAGA QUE SE ESTÁ COMIENDO A UN PAÍS COMPLETO, SÓLO SEMBRÓ ODIO.


Illich

domingo, 23 de abril de 2017

DIGNIDAD DESNUDA

Acribillado a perdigones, famélico y golpeado.

Pero "El Presidente" prefiere verle el pene, hablar del pene, criticarle el pene. No hay que ser un experto en psicoanálisis para saber que cada inconsciente se fija en aquello que desea multiplicar...

Un hombre desnudo con una dote de dignidad que incluso soslaya el instinto de buscar cubrirse, no solo cubriese el cuerpo lánguido y enjuto, tampoco se oculta de las agresiones de los malandros con armadura, los que lo saturan de gas y perdigones, los que le hieren e insultan.

Luego, el desgraciado indolente bufón, sale a burlarse, a bailar sobre las cabezas de venezolanos muertos como es su costumbre. Como otra de sus costumbres, profiere con su verbo escatológico, comentarios baratos, doble sentido sin gracia ni filo, sus palabras soeces, su jeta manchada de estiércol verbal, sus manos culpables, sus disfraces, y su mayor disfraz, el de Jefe de Estado, el disfraz con que nos jode a todos.

El bufón gigante se burla, apoltronado tras un cerco de botas, incómodo y sudoroso; con miedo, más miedo del que sus esbirros pueden repartir. Le teme al hombre desnudo, a la señora que detiene tanquetas, a los chamos con piedras en las manos, a los ingobernables estudiantes, a los vecinos, a los muertos de sus gestión maldita.

Le teme a todo, al juicio que viene sobre él, y a los suyos, los que ya le comienzan a traicionar, la desbandada de las sierpes. Y mientras, se burla, el asesino, para que crean que manda y es gracioso. Y se fija en el pene del tipo cuya dignidad lo apabulla, lo supera y lo subsume en el mayor de sus temores, el miedo del final que se le acerca y le muerde los pasos.


Illich

jueves, 9 de marzo de 2017

EPILEPSIA SOCIAL

“Tres meses tenía mi abuela que no convulsionaba, y de repente…a las 3:10 de la madrugada.” 
Así me contaba cuando le pregunté cómo se había sentido la señora últimamente.

Tres meses, aproximadamente tenían los estudiantes de mi universidad que no protestaban, que no salían a la avenida a quemar cauchos. Así lo hicieron ayer. Esta vez no sé por qué lo hicieron, no es que falten razones, quizás fue por la suspensión del “pasaje estudiantil”, o por la merma en la calidad del servicio de comedor, o los constantes robos que ocurren intramuros en la Casa de Estudios.

Dudo que la protesta haya tenido la intención de reclamar sobre la falta de medicamentos, el alza en los precios de los alimentos, la suspensión indefinida de los procesos eleccionarios en el país, la gente que come basura en las calles, la implicación del, al mismo tiempo gobernador del estado y vice presidente, en denuncias de narcotráfico, la nacionalidad del presidente, las colas que hace la gente por comida, la cantidad de muertos a manos del hampa, los secuestros, las empresas que cierran, el estado deplorable de las escuelas y los hospitales, la corrupción inmensa que se denuncia y se ataca en otros países (aquí, no) en relación al caso Odebrecht, los presos políticos, los estudiantes muertos en el 2014, porque se va la luz, por las epidemias, por los muertos de la yuca amarga, por las mafias carcelarias, entre tantas otras posibles razones para protestar en este país, más que eso, razones para cambiar de raíz toda la estructura del Estado.

¿Y por qué creo que de esta lista de razones, mis amigos estudiantes no hayan incluido sino las más inmediatas en la intención de su reclamo de ayer? ¿Por qué no nos enteramos otros miembros de la comunidad de las razones de la protesta? ¿Qué relación tiene todo esto con la convulsión que asaltó a una señora mientras dormía?

Creo que a nuestra sociedad la aqueja algún tipo de epilepsia colectiva, un peligro latente, en ciernes, un mal que no avisa cuándo es la próxima convulsión, a qué hora y en qué lugar o por cuáles razones va a desatarse el próximo sismo social, un movimiento intempestivo, es decir, siempre como a destiempo. Violencia telúrica, de la que luego solo queda una quietud tensa y dolorida en la piel y los huesos, y una expectativa de cuándo, de cómo será la próxima sacudida, el próximo dolor.

En un país donde los factores adversarios del poder se manejan sin una agenda de bases, sin una programación que atienda a la gente en sus requerimientos más cercanos, con una desconexión casi total acaeciendo entre las dirigencias opositoras, los grupos estudiantiles, las asociaciones vecinales y el propio sujeto de a pié. Toda manifestación local de protesta se convierte en una CONVULSIÓN, en una acción inconexa, destemplada, poco comunicativa y, lo más lamentable, a la larga, irrelevante.

Pasa lo mismo cuando la gente se amotina en la cola de un supermercado mientras en la cola de otro supermercado a doscientos metros de distancia, la gente, pasivamente marcha en fila, como si el hambre de los alzados de acá no fuese la misma de los apacibles hambrientos de allá. Ocurre cuando un barrio entero protesta porque llevan más de veinte horas sin “luz”, mientras que los del barrio contiguo no dicen nada porque ellos llevan la misma cantidad de horas disfrutando del servicio.

Es una forma de EPILEPSIA SOCIAL, para la cual, por supuesto también escasean los anticonvulsivos; por un lado sobreviene una protesta y nada la conecta con los otros miles de problemas con una única raíz, un único gran responsable, el régimen que lleva 18 años enfermando al cuerpo social con este mal de la espera y el aguante, con esta única intención de quedar vivos después de cada episodio convulsivo, de seguir respirando cuando pase el temblor.

Illich

domingo, 26 de febrero de 2017

LA RESPUESTA ESTÁ EN LA PREGUNTA



Cuando la pregunta deja de ser ¿POR QUÉ TENEMOS QUE HACER COLAS? Para ser sustituida a diario por otras como ¿Dónde es la cola? ¿A qué hora nos quitan la cédula? ¿Qué productos venderán hoy?... entre otras similares. Ya podemos decir que el asunto está instalado dentro de nuestras rutinas diarias, que es NORMAL.

Con esto no pretendo presumir del gran hallazgo, cualquiera que lea estas líneas dirá para sí “AJÁ, ¿Y QUÉ?” Ese “y qué” desprovisto de preocupación alguna es otro signo contundente de cómo la CULTURA DE CRISIS que ha instalado el régimen, no solo en las calles, en la cotidianidad material de la gente, sino como dispositivo mental (más peligroso aun) nos tiene sumidos en el hecho de una “temible normalidad” La que en otros casos sólo debía darse en condiciones de desastre natural, de guerra, o de cualquier eventualidad social, de forma transitoria y breve.

Las sociedades que han sido sometidas a tal nivel de stress dilatado en el tiempo, en las que hacer colas, vivir en la reiterada falla de los servicios mínimos, carecer de seguridad a nivel público, sanitario, económico y subsistir sin las más esenciales garantías para la vida, históricamente han pasado por este tránsito funesto de la NORMALIZACIÓN DE LO ANORMAL. Pero luego, en algún momento han estallado en desafueros sociales donde se vierte el odio contenido sobre sus opresores, propiciando no menos que una venganza de las masas, cosa que es harto peligrosa por anárquica, por el nivel violento que pueden tornar los eventos, y porque simplemente, venganza no es justicia.

El que hoy uno vea a miles de venezolanos aborregados, taciturnos y lacónicos haciendo la cola, sometidos a los gritos y el chantaje de militares y policías, inventándose formas de sacar partido de la situación para, no hacerse ricos, sino, simple y precariamente, sobrevivir. El que todo esto ocurra, no extingue el peligro y la inminencia de que en cualquier momento Venezuela estalle en un marasmo de saqueos, violencia que sólo será contenida de la única manera que el régimen sabe y ha demostrado que puede, a balas, con fuego, torturas y cárcel.

No estoy justificando a las masas por su comportamiento intempestivo y por sus reacciones tardías, algo hay de exitoso en la DES/EDUCACIÓN para la política y la ciudadanía con la que en Venezuela se ha ido sembrando la idea desde hace décadas de que ser ciudadano es simplemente ser un votante y recipiente de las dádivas que da “El Gran Hermano”, y que todas las formas de reclamo son subversivas, en tanto que se implantó paulatinamente en la consciencia colectiva la máxima de que “la política es únicamente asunto de los políticos” como si todos no fuésemos seres políticos en esencia, por el propio hecho de que vivimos en una probable POLIS.

El asunto es que, cuando sobre las mayorías se ejercen los niveles de presión social a los que nos viene sometiendo el gobierno a todos en Venezuela, es difícil por no decir imposible precisar cuándo se va a suscitar el quiebre de esa “NORMALIDAD IMPUESTA”, por el contrario, lo que sí resulta sencillo calcular, es que cualquier proceso de quiebre del orden social por la vía violenta, siempre encontrará a las propias masas a los mayores proveedores de víctimas. Es decir, los muertos de hambre de hoy, los acribillados de un posible y tal vez cercano, muy cercano mañana.



Illich