El Teatro de la Ópera de Maracay es una sala de conciertos en el Aragua, Venezuela, que comenzó a construirse en 1932 por mandato del entonces presidente de Venezuela, el dictador Juan Vicente Gómez. Fue declarado Monumento Histórico Nacional el 150de abril de 1994 según Gaceta N°35441.
La obra le fue encomendada al arquitecto Luis Malaussena, quien junto con Carlos Raúl Villanueva desarrollaron el monumental proyecto cargado de líneas sobrias dentro de su espectacularidad donde predominan las líneas horizontales y algunos espacios libres compensan la pesadez de ese predominio. La inauguración del teatro estaba prevista para el año 1936 con una compañía española de zarzuela, pero el General Gómez fallece el 17 de diciembre de 1935 y los trabajos fueron paralizados a mediados del marzo de 1936. Se dispone de un terreno baldío ubicado frente al Hotel jardín para construir el Teatro de la Ópera de Maracay.”
Fuente: Wikipedia
En este lugar, aunque usted no lo crea solía haber un vivo y hermoso
teatro.
Como cualquier habitante de Maracay mi vida está anudada al recinto que era
lo que hoy son estas ruinas, por cierto, no son ruinas arqueológicas sino las
ruinas de la desidia y la corrupción. Ruinas que se desmoronan, se derrumban,
igual que en todo el país, donde calles, centros culturales, escuelas y
hospitales corren la misma suerte.
Cuando estaba en preescolar participé en un acto cultural en el lugar cuyas
ruinas yacen junto a la Plaza Bolívar diseñada por Villanueva y que hoy está
cercada según, para su restauración...Ya imagino el destino de la plaza.
Luego, estaba en la primaria, en una escuela pública de la 4ta, por esos
días mi maestra Luisa Guillermina García nos llevaba a escuchar música
sinfónica interpretada por lo que luego sería la O.S.A (Orquesta Sinfónica de Aragua) La costumbre de ir a
aquel teatro se me quedó por años. En ese lugar escuche a Beethoven, a Liszt,
Orff, Tchaikovsky, entre otros de mis más dilectos autores.
Durante mis años de universitario este sitio me brindó la oportunidad de
ver a Yordano, Frank Quintero, Pablo Milanés, a Ezequiel Calderón, a Carlos
"Nene" Quintero, al Teatro Negro de Praga, varios festivales de Jazz
y de teatro, ahí escuche Rock y vi al gran Simón Díaz.
En ese sitio, en el recinto que fue, me gradué de profesor (aun recuerdo a
mis amigos gritandome aquel sobrenombre. Te acuerdas Amarilis Parra?) Me gradué
de dos cursos se inglés con Carlos Brito y Ruby Coffrini. Me tocó leer
discursos, asistir a foros y ver nacer al talento de mi admirado amigo Javier
Rameix. Bastantes cervezas me tomé en CafeTom.
¿A cuántos de los que leen estas líneas le ocurrieron cosas similares en
ese lugar?
Esas ruinas que nos duelen a muchos y le importan a tan pocos, esas ruinas
son lo que fue el Teatro de la Ópera de Maracay, emblema triste del legado
corrosivo y pulverizador de una revolución que hoy se atreve a celebrar
cumpleaños.
Tal vez entre estas mismas líneas, entre estos mismos nombres, en el propio
concepto de cultura reside la gran razón por la cual a los chavistas no les
importan los teatros, pues porque solo les importa la ignorancia.
Conecten la miniteca y celebren los 22 años de su golpe maledicente y
derrotado, soplen las velas de sus 15 años de ruinas. Regalen motos, caña y
marihuana, que para eso no se necesitan teatros sino jalabolas y ministros que
canten reggaetón.
Illich Sánchez.
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