Dicen
por ahí que no es prudente tomar decisiones cuando nos invade una alegría desbordante o un enojo inmenso.
En
nuestro país los niveles de enojo están llegando a su límite en buena parte de
la población, al punto de que algunos dirigentes están haciendo estentóreos llamados
de calle y muchas personas hacen eco de ellos en las redes sociales,
estudiantes en distintas zonas del país se han lanzado a la protesta siendo
reprimidos con la brutalidad que define a la fuerzas del Estado.
Paradójicamente
mientras este clima se caldea, otro gran sector parece seguir indiferente a las
terribles calamidades que nos acontecen. A diario, ciertamente nos topamos con
personas que expresan su indignación por la ingente lista de problemas que nos
asolan, pero no más cruzamos la esquina y vemos como otros parecen estar muy
tranquilos mientras hacen la cola para esperar las bombonas de gas. Se les ve
hablar entre ellos, comentar sobre esto o aquello sin mayor reparo sobre lo que
significa perder una mañana o un día entero esperando que se les despache el
producto.
Mientras unos, yo entre ellos, nos
sentimos furiosos por el pandemónium que se arma cada vez que llega la leche a
un supermercado, otros asisten a la rebatiña con una enorme sonrisa en los
labios cuales niños en una piñata. Por estos días se ve gente comentando los infaltables
y diarios homicidios con frases como “Es que a ese le tocaba” “Quién lo manda!”
“Estaban mal parados y triste” Expresiones que muestran a la vez acostumbramiento, indiferencia
e indolencia.
Por otro lado se asoman los
intolerantes, aquellos que asistidos por la frustración que produce la
situación del país se desbocan a decir cosas
como “hay que matar un gentío” o “aquí lamentablemente tiene que haber un muertero” Cosas como esas, dichas por
personas que, en primer lugar temblarían ante la tarea de ajusticiar una
cucaracha y en segundo término, cuando
hablan de que hay que salir a matarse, dudo que estén pensando en que ellos,
sus hijos y sus afectos sean los primeros que le pongan el pecho a las balas
del régimen.
Entiendo que tanta impunidad nos esté llevando
a querer convertirnos a cada uno de nosotros en una suerte de mutante de
Wolvering con Iron Man y Clint Eastwood, un auto-justiciero súper “arrechísimo”
que imponga la ley donde impera la maldad, el asunto es que la expresión
fáctica de esas ideas han sido las brigadas de autodefensa que tanto daño como
la guerrilla han hecho en Colombia, cuya expresión mexicana ha degenerado en
nuevas y cruentas mafias que pugnan con
los carteles por el control de la droga, ni hablar de los “escuadrones de la
muerte” de Brasil en los años 90s, los cuales terminaron siendo empresas de
muerte por encargo.
Salir a la calle sin organización
previa, querer tomar la justicia por la propia mano, son alternativas que
históricamente han devenido en fracasos políticos enormes. Recordemos nuestro
año 2002, cuando pensábamos que “dirigentes” empresariales y sindicales nos
llevarían hacia el objetivo de acabar con la tiranía de Chávez; luego de 72
horas lo teníamos de vuelta, ya sin oposición y con carta blanca para hacer y
deshacer, con todo el poder del Estado bajo su égida.
La protesta debe cubrir todos los
escenarios, debe enfocarse en el descontento de cada persona sobre todo lo que
está ocurriendo, en los centros de trabajo, en las colas. Todo el que tenga
claras las ideas debe hacer hasta lo imposible por comunicarse, por no cerrar las
puertas del diálogo. Debemos entender que no hay forma sencilla de acabar con
este régimen, tenemos que aceptar que hay un montón de personas que dependen
del Estado, esa gente es parte de la sociedad y lo va a seguir siendo, los
indiferentes son parte del país, los chavistas son parte del país y el que esté
pensando en purgas y persecuciones de personas de aquel bando, es tan “talibán” y sectario como el peor de los enchufados. A
esos no los necesitamos.
Los llamados a salir la calle tienen
su momento, es más, cuando la gente se alza y se desborda, no necesita de
convocatorias destempladas ni de llamados desesperados como los que hoy se
escuchan en boca de algunos de nuestros dirigentes. Por los momentos, apoyar
las luchas de los estudiantes, organizarse y establecer acciones de protesta
constante, evitando el enfrentamiento directo con los esbirros de Maduro y
Diosdado son opciones bastante plausibles.
No es cobarde el que espera su
momento, el que reúne fuerzas, el que piensa sus acciones y controla sus
actitudes. El momento ha de llegar, en que los grandes enemigos del país se
encuentren en total desventaja y tengan que salir corriendo como lo que son,
unos “culilluos” que se escudan tras las armas de los militares y de los
malandros.
Illich Sánchez
Quisiera que te convirtieras en dirigente y no solo en pensador, Eres Grande y siendo dirigente de la ciudad o del estado tendríamos justicia!
ResponderEliminarSi no hubiese buscado su blog, no me hubira encontrado este mensaje de como organizarse para esta dura batalla en contra de esta dictadura iniciada por Chávez y recibida como un automático legado a Maduro y su combo Cubano. El pueblo Venezolano lamentablemente en su mayoria de las veces responde con un alto grado de emotividad a la hora de querer buscar las soluciones a los problemas que tanto le aquejan; salen a la calle sin orden ni ningún tipo de estrategia cargada de eficacia. El regimen sabe eso, sabe que tiene a un pueblo manejable, estupido y muy creyente, de hecho el mismo pseudopresidente Maduro, utilizó en su bendita campaña electoral elementos de orden religioso con el proposito de apropiarse de esa pila de estupidos que creen en pajaritos preñados, son una pila, son miles de votos de sombies que pensando en esa ave de rapiña la cual le apareció a el rolo 'e vivo de Maduro depositaron sus votos en él. Yo he llegado a pensar que la mayoria de los Venezolanos son unos descerebrados, que piensan con el estomago y comen con el cerebro...Una especie en extinción que poco a poco nos llevan a un camino sin salida...Un pais sin futuro que vive de puras mentiras tras mentiras...
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