miércoles, 28 de octubre de 2009

MÍNIMA APROXIMACIÓN A DESCARTES


Prof. Illich Sánchez
“El anhelo de una filosofía viva ha conducido en estos últimos tiempos a toda clase de renacimientos. ¿No será el único renacimiento fructífero precisamente aquel que resucite las meditaciones cartesianas?”
Edmund Husserl
Así se interrogaba Husserl en los albores del siglo XX, un tiempo que ya de entrada se le mostraba con proclividad al caos, al desorden urbano, consecuencia directa o indirecta de la industrialización, que también acarreó un abrupto crecimiento demográfico y una pugna por el poder que marcó su ritmo en redobles de nacionalismos elevados a valores exponenciales y que derivaron en la gran guerra.
Pero, por qué comenzar a hablar de Descartes desde un escenario temporal situado casi tres siglos luego de su muerte. Tal vez, porque occidente se ha debatido entre un anhelar por el orden filosófico y científico que este autor promueve en sus obras, y el difícil engranar de su ideario en el plano social, en el seno de la utopía moderna que ya comenzaba a verse cual ideal difícil de concretar, aun en los propios centros de producción de la cultura.
Así pues, conseguimos a Husserl clamando por una vuelta a Descartes, aunque parezca paradójico, procurar un regreso a las meditaciones cartesianas mientras se seguía mirando el mundo con las reglas que el mismo Descartes legó, y que pareciera vienen mostrando sus grietas desde el propio tiempo inicial de la cultura racionalista.
Si nos preguntamos ¿Cuál es el lugar que ocupa la Filosofía Cartesiana dentro del contexto epistémico de la modernidad? La respuesta más obvia sería, en el centro, en lo más medular del tramado gnoseológico de la cultura, como diría Ferrater Mora. “La Filosofía de Descartes representa propiamente el punto de madurez inicial del pensamiento moderno”. Un acicate primordial del modo de pensamiento occidental.
Ahora bien ¿Qué hay en René Descartes que lo convierte junto a su filosofía en un parte-aguas de la historia filosófica occidental? . Podríamos emprender diciendo algo como que las preocupaciones de Descartes, siendo ancestrales, pueden, y de hecho lo hacen, remontarse a la antigüedad ; el problema de la verdad y su búsqueda, por nombrar alguna, ha sido parte del tramado filosófico desde tiempos presocráticos, sin embargo, en este autor aparecen bajo una nueva perspectiva, vistas a través del lente de un racionalismo que procura la evidencia por sobre el argumento especulativo, como había sido la usanza en el mundo clásico.
Así pues la celebre frase “Cogito ergo sum” más que un cliché o la frase que identifica al hombre, resulta toda, una micro-diapositiva tomada a las neuronas de la modernidad. La condición (pre-requisito) , para la existencia del hombre moderno es, el pensar, y ¿Qué es pensar en términos modernos? Pues, pensar para Descartes y de suyo para la modernidad, es llegar a la verdad a través de un método, uno que se aparte de la silogística aristotélica, a la que él considera una mera clasificación y demostración de principios establecidos, dicho método (el de Descartes), debe constituirse en un camino para la invención y el descubrimiento, así pues, pensar es algo más que rumiar saberes y especular argumentos solimentados en la tradición filosófica, es abordar el fenómeno de forma sistemática en el ánimo de develar la verdad que éste encierra.
Descartes incluso fija cuatro precisas condiciones para que el acto de búsqueda de conocimientos no tienda al error que genera el sesgo de los sentidos. La primera es, “no admitir como verdadera cosa alguna que no se sepa con evidencia lo que es”, la segunda “dividir cada dificultad en cuantas partes sea posible y en cuantas requiera su proceso de solución” (el todo visto como la suma de sus partes), la tercera es, “conducir ordenada y sistemáticamente los pensamientos” y la cuarta “hacer en todo; unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales que se llegue a estar seguro de no omitir nada”.
En la prosecución de estas condiciones, propone el sabio de La Haya, se alcanzará el saber verdadero así mismo plantea que, “toda verdad está compuesta de evidencias originarias, simples, irreductibles o de nociones relacionadas con ellas. Incluso, toda verdad debe ser común a todo espíritu pensante, de tal manera que sea accesible a todo pensar, siempre que funcione rectamente y se desprenda de cuanto se interponga para desviarlo, pues como asegura el propio Descartes “nada puede añadirse a la pura luz de la razón que en algún modo no la oscurezca”.
En relación a la vigencia del pensamiento cartesiano y dejando claro que su importancia para la modernidad es de índole cardinal, no obstante asume Ferrater Mora “La Filosofía de Descartes es casi el “Programa” de la época moderna”. Hoy por hoy se puede apuntar que en algunos espacios del ámbito intelectual se ha venido criticando al citado autor, fundamentalmente desde el mismo siglo XIX hasta la llamada era del postmodernismo, autores como Nietzsche, Foucault, Haideagger, Mires, Baudrillard, Lipovetski, Vattimo, entre otros han apuntado su denuncia hacia Descartes y sus ideas como una de las columnas que sostienen el ábside de la modernidad. El método como camino único y universal en pro de la búsqueda del conocimiento, el reduccionismo como unívoco criterio a seguir en el acto analítico, la propia presunción convertida en certeza de la existencia de una verdad única, indivisible e irrefutable en cuanto verdad comprobada y evidenciada. Todos, son argumentos no direccionados únicamente hacia Descartes, sino hacia la propia racionalidad moderna, pues, a fin de cuentas él, Descartes solo era un erudito aventurero que leía las exigencias de su momentum socio-histórico, las leía de forma preclara y su obra más que de él es la propia modernidad escribiéndose a si misma en la elaboración de su primogénito manual del usuario, el mismo que pareciera seguir inserto en cada una de las mentes de quienes estamos rozados por la espíteme moderna o que actúa como voz en off que nos comunica, nos sigue comunicando como movernos, a veces sin que nos demos cuenta.
“… mi propósito es enseñar aquí el método que cada cual debe seguir para dirigir bien su razón sino exponer de qué manera he tratado de conducir la mía.”
René Descartes.


Aportes bibliográficos: Discurso del método, René Descartes. Las pasiones del alma, René Descartes. Diccionario de filosofía, J. Ferrater Mora.

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