Prof. Illich Sánchez
El Socialismo moderno intenta crear la forma laica del jesuitismo: Cada individuo se convierte en un instrumento incondicional, pero el fin, el para qué todavía no se ha descubierto:
Friederich Nietzsche. 751 La Voluntad del Poderío
I.
La siguiente reflexión, intenta producirse a la luz de los actuales acontecimientos políticos, en una Venezuela que atiende a un proceso socio-histórico, que algunos pudieran calificar de inédito, otros lo describirían como, la reparación con nuevo rostro de un estilo caudillesco, previamente evidenciado en el continente en reiteradas ocasiones, a partir de tiempos decimonónicos, e incluso, ha habido quienes han catalogado dichos acontecimientos como parte de los reacomodos, que en el orden político, ha gestado la corriente neoliberal de la economía, a nivel planetario.
Es precisamente debido a la muy variada diversidad de perspectivas, desde las que se ha intentado mirar el proceso político venezolano de los últimos años, con optimismo o con recelo, con augurios de éxito magnánimo o con un sesgo apocalíptico, que resulta interesante proponer una y otra vez, un análisis más, sobre los juegos de poder que circulan desde las oficinas de las máximas esferas de dirección, hasta los escenarios de las microfísica social, como lo son: la esquina, la cola del banco, el aula de clases, la barra del bar y hasta la cama…Espacios donde se ha incluido el debate político por propia fuerza de lo que pareciera repercutir en cuanto a trastocamiento y reacomodos que van desde la jurídica y lo institucional hasta las mismas relaciones del ciudadano con la ley, con sus instituciones y con conceptos básicos de la vida pública, como lo son; democracia, propiedad, derechos civiles, derechos individuales, entre muchos otros aspectos propios de lo cívico.
En este aquí y ahora, nos atañe concretamente la inmersión en aguas del asunto Universidad. La Universidad vista como, institución que, de acuerdo a la trama socio-espistémica de la cultura moderna está llamada a propiciar saberes teóricos y prácticos dentro de una performance de trasmisión de pensamientos, legitimación de un orden social, producción de movilidad social para el sujeto, entre otras atribuciones claramente legibles en el catálogo de ideas/fuerza que la modernidad ha generado e intentado instalar a través del diseño de su estructura institucional.
La universidad como subsistema dentro del aparato educativo del Estado, se ha debatido durante buena parte su vida, entre el servicio que debe prestar a los fines de la cultura dominante, y las libertades incorporadas por el concepto/principio de Autonomía, cuyo origen, siendo ligeros, podríamos situarlo en la concepción de la sociedad que se produjo en el llamado Siglo de las Luces (S. VIII), en el propio modelo de República elaborado entre otros, por pensadores como Montesquieu, Rousseau, Voltaire y Diderot, y que ha sido implementado, reestructurado y mayormente reafirmado por gran parte de los proyectos de nación emprendidos en el continente americano a partir del siglo XIX en todo el contexto occidental.
II.
La Autonomía, aún cuando como concepto, ha sido creada por el poder y como parte del orden institucional de la modernidad, dentro del marco referencial de un sistema democrático liberal, también entendido bajo las premisas de la episteme moderna, ha devenido en el tiempo, en fuente expedita para la búsqueda de la emanación y el pensamiento crítico, de la elaboración de planteamientos irruptores del orden dominante, cuando éste ha mostrado sus pretensiones totalizantes y totalitarias, por tales motivos, el nivel autonómico de las instituciones universitarias ha sido objeto de profundos debates, pretensiones reductivas e intentos de clausura, lo que ha generado la obvia resistencia y por ende la polémica, sobre si tal Autonomía funge como un elemento generador de posibilidades para el desarrollo intelectual libre o como un claustro tribal productor de incomodidad, crítica insurgente, en fin, de resistencia a la ideología del poder.
En tal sentido, no resulta difícil desentrañar el por qué, los gobiernos totalitarios no importando que se decanten ideológicamente como de Derecha o de Izquierda, han atentado de diversas maneras contra el nivel autonómico de la universidad. No solo los gobiernos didactoriales han intentado vulnerar este principio, abundan los ejemplos de gobiernos presuntamente democráticos que han ordenado allanamientos, cierres temporales e incluso un ejemplo concreto vivido en Venezuela, fue la creación de las Universidades Experimentales, casas de estudio que nacieron ya con restricciones de su autonomía, tales restricciones, se manifiestan en aspectos que van desde el control presupuestario hasta la definición de las políticas internas por parte de los órganos de planificación del Estado.
Y qué fin perseguía intrínsecamente el proyecto de creación de las Universidades Experimentales, precisamente, el de reducir el nivel de libertad para la participación política, a través del cual se pudo ver por todo el siglo XX, como las Universidades Autónomas fueron polo de lucha y resistencia tanto en el plano intelectual como en el combate directo contra el status quo queriéndose imponer a raja tabla desde las esferas gobernativas.
Ante este análisis cabria preguntarse, ¿Qué hubiese sido de la izquierda latinoamericana y por ende, incluida la venezolana si este principio de autonomía no hubiese protegido a las universidades?, ¿En qué espacio se hubiese gestado toda la producción intelectual y política crítica que vio manifestación en luchas acaecidas en diversas latitudes y que la historia hoy reconoce con nombres como, la “Generación del 28” o el “Mayo Francés” entre muchas más ?.
Obviamente, tales gestas no se hubiesen producido en espacios como las academias militares, ni los cuarteles, ni los centros de planificación de redadas estudiantiles, tortura, desapariciones y asesinatos políticos, que llenaron el continente americano con cifras oscuras de estudiantes y profesores llevados forzosamente al silencio.
El principio de Autonomía resulta pues inherente al propio espíritu universitario, pues es en la universidad donde, el debate de las ideas ha encontrado un nicho difícil de franquear para las elites dominantes, y cualquier habitante de una comunidad universitaria, independientemente de su posicionamiento ideológico debería velar por su defensa.
III.
La universidad latinoamericana, en tanto parte del proyecto civilizatorio de la modernidad, ha sufrido las inconsistencias de un proyecto que nunca acabó de concretarse, de instalarse tal cual lo prescribió el compendio teleológico de la cultura. En consecuencia, la universidad ha vivido bajo el signo de la crisis desde su propio génesis. Una universidad en contingencia eterna para una sociedad altamente contingencial, existen marcas insoslayables de esta condición que parecen ser relativas a lo latinoamericano como trama societaria.
Destacaremos dos:
1. Las universidades no han producido la totalidad de los conocimientos esperados, en contraposición a esto, han vivido en el reciclaje de ideas en el campo tecnológico, filosófico, sociológico, etc.
2. La posibilidad de ascenso social que promueve la cultura a través del estudio universitario, se ha visto frenada en las últimas décadas en parte por un escenario económico en creciente déficit.
Las citadas marcas del esquema de crisis de la educación superior, propiciaron en las últimas décadas del siglo pasado todo un proceso de análisis y revisión de lo universitario, visto desde dentro y desde fuera, produciéndose cuestionamientos sobre las perspectivas de la universidad a futuro, en cuanto a producción de conocimiento, alcance social, gestión política interna, en fin, los cambios posibles de cara a nuevos planteamientos de la política universitaria, con la entrada del siglo XXI. Tal proceso de revisión y autorevisión, por demás importante, sirvió y sirve aun para profundizar en el debate sobre la autonomía.
Actualmente, la retórica emprendida desde el gobierno venezolano hacia el sector universitario hace uso de argumentos con los que se critica el poco compromiso de la institución con los cambios políticos y sociales emprendidos y por emprenderse. Se plantea que las casas de estudio superior han servido únicamente a los intereses oposicionistas de las otrora elites dominantes, que la posibilidad de acceso al sistema universitario ha sido restringida históricamente a un solo sector de la población (la burguesía), también se asume desde el gobierno, que en las universidades se atrincheran enemigos del “Pueblo”, que amparados por el manto de la autonomía planifican y ejecutan agendas desestabilizadoras, que van desde la toma delincuencial de las calles, hasta intentos de magnicidio. En lo que es evidentemente una discursividad maniqueísta, paranoica y divisionista.
Se convoca a los grupos afectos al gobierno que hacen vida en la universidad, a identificar, denunciar y combatir a quienes desde estos espacios promueven la crítica sobre las políticas gubernamentales. En principio este combate no seria el problema, si se hiciera dentro de las lógicas que la misma universidad promueve, a saber, en el debate, la contienda académica, gremial y electoral, internas. El gran peligro para la autonomía y para la universidad, no radica en que el oficialismo instale en las universidades una dirigencia que canalice, toda la corriente de opinión que le es afecta.
El peligro realmente reside, en que la arenga del gobierno tiende a producir una matriz de opinión que posteriormente justifique el intervencionismo, por medio de la creación de un marco legal tendiente a disolver el status autonómico de las universidades, bajo las premisas de la popularización del conocimiento, la socialización del acceso al sector y el compromiso que cada institución debe prodigar al proceso sociopolítico en curso.
Ante la situación previamente descrita, en cuyo seno se dirime la vida política nacional, sumada ésta, a la reciente clausura o para ser ”precisos”, finalización de la concesión de un medio de comunicación Por su presunto “golpismo”, cuando no se puede negar que más allá los de tecnicismos legales, dicho cierre se debió a que tal canal, persistía en mantener una línea editorial abiertamente adversa a los intereses del gobierno.
Cabría nuevamente interrogarse, si para lograr los objetivos esperados por quienes rigen los destinos del país, entre los cuales se destaca la aparente socialización del sector educativo, es decir, poner las universidades al alcance de las mayorías, desde el supuesto de que dichas mayorías no acceden, como si hasta ahora no se contara en Venezuela con un sistema que por generaciones ha sido bastante inclusivo y cuyas mayores falencias no pudiesen comenzar a solventarse a través una gestión política donde fuera prioritario, el mejoramiento de la calidad educativa, la ampliación del número de cupos y por ende el incremento de las asignaciones presupuestarias, las mismas, que a partir de 1998 se han visto mermadas, en parte por la creación de un sistema educativo paralelo, porque es de notar, que las oportunidades de estudio no se generan por decreto, sino por medio de la inversión y el desarrollo de estrategias cónsonas con los tiempos que vivimos.
Si para la superar la producción de conocimientos tecnológicos, teóricos y pragmáticos no hace falta, en lugar de la instalación de una súper estructura de control ideológico, el auspicio del ámbito científico, a través de la inversión en capital humano y tecnológico.
Si para incrementar la presencia, en las universidades de una corriente política fortalecida, que aglutine las voluntades ganadas en pro del proyecto oficial, sea necesario, en lugar de estimular el asalto, el vandalismo y la amenaza, establecer las bases para una política de formación de lideres prestos al diálogo, la gestión comunicativa e incluso a la crítica, éstas serian vistas como condiciones plausibles, si lo que se desea es el desarrollo de una democracia realmente participativa protagónica, en lugar de fomentar una idolatría amarrada a fetiches tomados de los empolvados anaqueles conceptuales de un NEO-STALINISMO tropical.
Siempre que se habla de “humanizar” al mundo, se estará hablando
de adueñarse más del mundo. 607
Friederich Nietzsche
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